domingo, 27 de enero de 2013





Víctor Mora, novelista

Víctor Mora Pujadas (Barcelona, 1931) es un polifacético escritor al que conozco desde que leo tebeos, es decir muchos tiempo, pues pertenezco a una generación orgullosa de haber seguido con entusiasmo a personajes míticos como El capitán Trueno, El Jabato, El cosaco verde, El corsario de hierro, El sheriff King, Dani Futuro y Sunday, a los que he colocado siguiendo más o menos un orden cronológico que comienza a comienzos de los sesenta y termina anteayer, cuando releí las aventuras de Sunday. Todos ellos cobraron vida literaria gracias a los guiones que Mora aportó a los mejores dibujantes de la historieta española desde los años cincuenta.

En esta ocasión, sin embargo, no me voy a centrar en la solvencia como guionista de cómic que Mora ha demostrado desde muy joven. El caso es que fui consciente de su faceta de escritor desde hace unos años, pero nunca me dio por leer libros de tan entrañable escritor. Así que el otro día, en una tienda de libros, no pude resistir la tentación y me hice, tras el pago correspondiente, con dos novelas de Víctor: La mujer de los ojos de lluvia y El tranvía azul.

La mujer de los ojos de lluvia traslada a la Barcelona preolímpica de 1993, donde habitan y pasean personajes de diferente pelaje, desde el especulador inmobiliario a una joven víctima de maltrato. En fin, todo un un mosaico de una gran urbe donde se encuentran todos los ingredientes necesarios para que la corrupción ocupe el lugar predominante dentro de una sociedad en decadencia moral.

 El tranvía azul constituye el recorrido por la misma ciudad de la anterior novela, pero en la década de 1950, cuando comienza el desarrollismo franquista. Dos obras que me han abierto la senda a la obra hasta hace poco desconocida y de un autor a seguir en lo sucesivo.


Una revista con nombre de bebida

El mes de marzo de 1981 salía a la calle la revista policíaca y de misterio Gimlet, al precio de 200 pesetas (1 euro y 20 céntimos más o menos de ahora), proyecto que tendría continuidad hasta 14 números (abril de 1982), bastante tiempo para una publicación periódica que no entraba dentro de los cánones de la prensa de aquellos años de modernidad mal entendida.

 Con un plantel de enamorados de la literatura negra y de misterio, bajo la dirección de Manuel Vázquez Montalbán, Gimlet ayudó a comprender otro tipo de escritura, considerada subgénero y no incluida en los textos escolares. Pero para dignificar el género estaban, además del aludido director, otras personas que conocían y conocen a fondo el género policial, entre otros, Javier Coma, José Luis Guarner, R. Muñoz Suay, Jaume Perich y Salvador Vázquez de Parga, así como corresponsales en Nueva York, Eduardo Mendoza; París, Óscar Caballero, y Londres, Rosa Massegué.

La revista informaba, formaba y entretenía. En esa línea estaban las diferentes secciones de la misma. Había humor gráfico, diccionario, cine, gastronomía, artículos especializados de amantes de lo policíaco y el misterio en la literatura. Cada número ofrecía asimismo relatos de lo más variados (Patricia Highsmith, Juan Madrid, José María Carandell o Stanley Ellin, entre docenas, por ejemplo). A todo lo referenciado se añadían las fotografías, diseño y hasta una publicidad bastante escogida. El atractivo de la publicación estaba tanto en su exterior, con portadas muy artísticas, como en el interior. Fue una pena que no tuviese continuidad.

Por cierto, en todos los números en la página del sumario estaba escrito: "Estábamos sentados en un rincón del Bar Víctor bebiendo Gimlets. "El verdadero Gimlet -dijo-, está hecho mitad gin y mitad de jugo de lima de Rose y nada más. Deja chiquito al martini."(Philip Marlowe, en El largo adiós, de Raymond Chandler).


A continuación, el editorial, escrito por Manuel Vázquez Montalbán, incluido en el número de presentación de la mencionada revista.

Música para maniáticos o música para todos. Esta es la cuestión. Gimlet es el nombre de un cocktail que, al pasar, se toma un personaje de Chandler. Es una palabra fugaz, que deja una memoria fugaz, una huella apenas en la conciencia del lector. Este es el truco básico de la "novela negra". No se retiene al lector, pero de pronto se le da un suave toque, se le marca con un nombre, un gesto, una respuesta, un carácter, una melena, una especial manera de subrayar la realidad con una Beretta o un lápiz de labios.

El título de la revista tiene música de cultura gratuita. Un cocktail, una novela de negras aventuras modernas. Gratuita e inocente, como la gastronomía y el paso de baile final de Lauren Bacall en Tener o no TenerGimlet apuesta por una tierra libre para la cultura lúdica, para un tipo de literatura que enseña las mentiras y pide para ellas la sonrisa cómplice de los embusteros. En la confianza de que todos somos embusteros, dentro de lo que cabe, Gimlet es una revista con voluntad y esperanza de mayoría. Esperanza de mayoría que sería prueba y efecto de higiene social, porque la salud de una comunidad puede medirse por el amor o desamor a las culturas lúdicas e inocentes, al paso final de Lauren Bacall en Tener o no Tener.

Dedicada a la novela policíaca en primer lugar, a la novela de aventuras en todos los lugares restantes, a la imaginación y la imaginería de las artes aplicadas a banalizar la dialéctica entre el bien y el mal social, Gimlet no viene a llenar una laguna sino un océano, en la playa chapotean las comedidas bañistas postvictorianas de Agatha Christie y en alta mar nadan los negros personajes de Chester Himes, a la vez Balzac y Zola de una de las cloacas del sistema. Y por el camino aquella vez en que va Bogart y dice... o sale la Bacall y se lo mira al tío así... o a Robert Mitchum se le dispara la ceja en ángulo agudo y... La novela policíaca implica una toma de posición y una reflexión sobre el mal social en el mundo contemporáneo, pero tampoco hay que exagerar, amigo, si quiere documentarse sobre el mal social lea otra cosa. La novela policíaca, y el cine que le ha dado carne, se limitan a ofrecer un paisaje moral sobre el que mueven personajes a los que se les escapa la risa porque saben que lo son.

Tal vez habría que decirlo. Sin duda hay que decirlo. Me parece que voy a decirlo. Gimlet no pretende cambiar el mundo; si acaso aspira ayudar a contemplarlo sin prisas pero sin pausas, como contempla Marlowe a las víctimas y los verdugos que le rodean. Amos y esclavos. Víctimas y verdugos. Estas verdades de fondo serán contempladas a través del filtro ocular de una copa de Gimlet: 1/3 de limón, 2/3 de ginebra, 2 gotas de ajenjo, 1/2 cucharada de azúcar, hielo, una rodaja de limón; se sirve en vaso estrecho.








Manuel Vázquez Montalbán

Fotografía de María Espeus