lunes, 1 de diciembre de 2014

Resurgir, segunda novela de Margaret Atwood

Margaret Atwood (1939),  admiradora de su tocaya y paisana ya desaparecida Margaret Laurence (1926-1987), está considerada como una de las principales escritoras canadienses vivas, cuya obra ha sido traducida a una treintena de idiomas, con ventas millonarias de sus libros en Estados Unidos.

Como recuerdo a su buen hace literario, recuerdo su obra Resurgir, de 1972, y editada en castellano en 1994. La segunda novela de la autora canadiense hace referencia a la palabra del título, es decir aparecer de nuevo, como quien rompe la superficie del agua después de haber buceado , o como quien pasa a través de un espejo y deja atrás el mundo cotidiano transformando en mero reflejo. La narradora de esta obra busca a su padre, un viudo solitario, único habitante de una isla lacustre. Sale a buscarlo en compañía de su amante y una pareja de amigos, pero nadie sabe de él. Hace tiempo que desapareció  sin dejar rastro. Con un fondo de naturaleza en estado puro, Margaret Atwood adentra al lector en el complicado mundo de las emociones humanas, donde no faltan el desarraigo y el amor.

Margaret Atwood recibió Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2008, galardón que le fue concedido por su espléndida obra literaria, que ha explorado diferentes géneros con agudeza e ironía, y porque en ella asume inteligentemente la tradición clásica, defiende la dignidad de las mujeres y denuncia situaciones de injusticia social, según acordaron en su día los miembros del jurado de dicho evento.

viernes, 28 de noviembre de 2014



En las montañas del Tibet

Periodista de radio y prensa, la escritora china Xinran (1958) desarrolla en sus libros asuntos de actualidad, pero también tiene tiempo para la producción de historias más literarias como la recogida En las montañas del Tibet, una obra que sirve de punto de reflexión sobre el eterno enfrentamiento entre vanguardia y tradición, en concreto la vida nómada por la que no parece pasar el tiempo por un lado y, por otro, la revolución maoísta llevada a un país vecino que no esta por la labor de un cambio impuesto por extranjeros.


El argumento sencillo de una joven médico que pierde a su marido y colega en tiempos de la ocupación del Tibet en 1958, resulta en un principio bastante convencional, pero será a partir de que la mujer se aliste en el mismo ejército que llevó a la desaparición de su marido cuando comience a resultar atractiva la trama de En las montañas del Tibet. Lo que en principio se publicita como una campaña de liberación del pueblo tibetano de su sistema feudal con un fuerte componente religioso, resulta el motivo de una guerra dolorosa para ambos bandos. 

Las peripecias de la búsqueda del marido por parte de la protagonista la lleva a descubrir otro mundo, bastante alejado de su formación técnica y revolucionaria. En su largo recorrido por geografías inalterables, al igual que las costumbres de sus compañeros de viaje, que parecen correr en paralelo al amor que siente hacia el esposo desaparecido. Al final, tras 30 años de recorrido y vida alimentada en la soledad y el trabajo, la protagonista descubre el verdadero final de su marido. 

El regreso a su país de origen descubre al lector  que por el camino quedaron juventud y periodos de tiempo que no le permitieron conocer el desencanto de una vida que se prometía feliz al principio del libro. Sólo el amor permanece.
Editoriales sorpresa

Las editoriales nacen, crecen y muy a menudo desaparecen, aunque en mi opinión no me refiero a la cruenta competencia que mantienen en la actualidad con nuevos formatos de lectura promovidos por las nuevas tecnologías que, de paso, siempre bienvenidas por el adelanto que representa en muchos aspectos relacionados con la escritura.

Lo enunciado anteriormente no me impide recalcar que creo que el libro en el formato de siempre, recuerdo la Galaxia Gutemberg, se va a mantener por los siglos de los siglos, aunque no en la cantidad que se produce en la actualidad la letra impresa, una industria potente que se niega a ceder el testigo a otros competitivos soportes que a menudo utilizamos, también para leer, escribir y archivar. El cine, allá por comienzo del siglo XX, fue saludado con agresivas actitudes por algunos escritores que veían peligrar su privilegiada posición;  si no me equivoco, el superventas Gorki era uno de ellos.

A lo que iba, por desgracia, en muchos casos por falta de éxito, desaparecen editoriales cuyos responsables demostraron una excelente relación con la letra impresa, lo cual se tradujo en la salida de novedades sorpresivas o clásicos olvidados de las listas de éxitos. 

Eso me imagino que le pasó a Ediciones del Cotal, allá por la década de los setenta, cuando su cuidado diseño de portada y un distintivo muy apropiado llamaron la atención de no pocos lectores, entre los que me incluía yo. Marketing aparte, lo que más me atrajo fueron los autores como era el caso del primero en que puse mi vista cuando ví la colección ya expuesta en alguna librería que, si mal no me equivoco, era una de las casetas de las cuesta de Moyano, en Madrid, lugar de paseo de muchos literatos, entre otros el emboinado Baroja, quien desde hace años cuenta con una estatua en dicho lugar al lado del Jardín Botánico y próximo al castizo Retiro.


El primer libro fue el que está encima de este párrafo. Del poeta galés Dylan Thomas de quien ya conocía otros relatos, su poesía completa y cartas, con lo cual el disfrute con Las hijas de Rebeca no pudo ser mejor. El título del escritor de Swansea volvería a ser noticia en la década de 1990 gracias a la adaptación cinematográfica del mismo título realizada por Karl Francis y protagonizada por, entre otros, Peter O' Toole.

Con posteridad y cuando la editorial aún se encontraba en  su apogeo, volví a comprar otro libro, también de un escritor británico, pues se trataba de la obra Las nuevas noches árabes del escocés Robert Louis Stevenson, con prólogo de Cesare Pavese. Sus generosas páginas me sirvieron de perfecto acompañante en sufridas noches del agosto madrileño. La excepcionalidad de otros títulos del autor de La isla del Tesoro no impidió que disfrutase con aquellas aventuras salidas de la mente de Stevenson, páginas entonces desconocidas y de grato recuerdo a las que vuelvo de vez en cuando para disfrutar de esas historias imaginadas que me llevan lejos de la fastidiosa realidad cotidiana. 

Pasado el tiempo, en una de esas ferias del libro de ocasión, entre libros invendibles y otras piezas condenadas a la guillotina, revolviendo entre montones de publicaciones de saldo y otros fósiles de papel de escaso valor, recuperé del gran cuentista francés Guy de Maupassant, en concreto El señor Parent. Libre del peso y del polvo, la obra también desconocida me sirvió para reconocer el talento del escritor francés y su realismo no exento de profunda indagación psicológica en relación con los personajes de la mencionada publicación.

En sucesivas ferias de libros de antiguos y de segunda mano me fui haciendo con varios volúmenes de Ediciones del Cotal, entre otros de gente de la literatura como Katherine Mansfield, James Cain, Joseph Conrad o Fenimore Cooper.


miércoles, 19 de noviembre de 2014


El libro de viejo

La esfera del libro de viejo se extiendo por calles y plazas y llega tambièn al Rastro, en donde están, como representantes de la cultura, Elías, el Chanela, y alguno que otro que no sabe leer. Alrededor de los libros, de correrlos, de cambiarlos, vive bastante gente; claro que la mayoría mal. Entre los bibbliófilos hay los ricos que compran libros para formar colecciones, y muchas veces para venderlas al extranjero, y los eruditos y los escritores que buscan datos o padecen la bibliomanía, que es una enfermedad incurable.

La horas solitarias
Pío Baroja

Pío Baroja había escrito en su casa de Vera de Bidasoa Las horas solitarias, donde incluía sus impresiones sobre diferentes aspectos de la vida que entraba por sus ojos curiosos y críticos. La obra rematada en 1918 , se abría en la estación invernal y con un artículo sobre su indisimulaba manía de comprar libros, sobre todo de los denominados de viejo. En Madrid, conocía todas las librerías y puestos, incluidos los del Rastro. Con posteridad, ya en la década de 1920, Baroja fue asiduo hasta su muerte de la Cuesta Moyano, donde se le ha levantdo una estatua que domina ese territorio situado al lado del Botánico y cerca del Retiro.

Vicente Díez de Tejada escribía sobre los libros y los libreros de entonces en sus puestos. Su relato se publicó, que aparece aquí recogido, el 24 de agosto de 1913 en el semanal Blanco y Negro, que costaba 30 céntimos de peseta. Las ilustraciones pertenecen a N. Méndez Bringa.


lunes, 17 de noviembre de 2014

Marino en tierra

Joseph Conrad es un escritor al que vuelvo a releer a menudo y que ha dado algunos títulos ejemplares a la literatura escrita en inglés. Nacido en la Ucrania polaca, el 3 de
diciembre de 1857, Jósef Teodor Konrad Korzeniowski, tras una vida errante y aventurera en su infancia y juventud, a partir de 1886 se convierte en ciudadano inglés que deja atrás su profesión de marino para centrarse en la escritura. 

Sin embargo, el abandono de la actividad marinera le permitió asentarse y utilizar sus experiencias como argumento de sus mejores novelas, experiencias cargadas de imaginación.

“Donde el novelista se encuentra con ventaja sobre quienes laboran en otros terrenos del pensamiento es en lo que hace al privilegio de la libertad –la libertad de expresión y la de confesar las creencias más íntimas que debiera consolarlo de la dura esclavitud que le impone la pluma”. Esto diría Conrad de su actividad en 1905, dura labor que hasta su muerte estuvo llena de sinsabores, pero reconocida con el paso del tiempo por miles de lectores que disfrutan de la narrativa del ilustre escritor.



Algunas obras de Conrad


El negro del Narciso
El corazón de las tinieblas
Lord Jim
Tifón
Nostromo
El agente secreto
Entre la tierra y el mar
Bajo la mirada de occidente
Victoria
La línea de sombra
La flecha de oro
El rescate
El pirata

martes, 11 de noviembre de 2014

Aquellos aventureros con sus llamativos sombreros

Arrinconados en la vieja maleta de madera de aquel tío muerto en plena juventud, que había luchado en la guerra fraticida por que le tocaba por edad. Sin más formación que las cuatro reglas básicas y algunas nociones de gramática, aprendidas con golpes de por medio, se echó a la vida tras un servicio militar infame -después de la guerra en frentes helados y muertos despanzurrados por banderas en las que no creía, ni de uno ni de otro lado-, al fin era un adolescente al que sólo le interesaba encontrar alguna joven con la que hablar. 




Pero la maleta le acompañó al último lugar donde se supo que había muerto en accidente evitable de trabajo. Eran los años cincuenta. En aquel cajón alargado, con carteles de mano de viejas películas como adorno a sus tapas, estaban sus escasas pertenencias, menos la pistola que llevaba para defenderse del mundo de lobos y lobas que le tocó vivir. Varias revistas como las de arriba estaban usadas de tanto leerlas. Me imagino que José, en sus pocas horas de libranza, también pensaba en los bosques de las Montañas Rocosas de Canadá, en los desiertos norteafricanos y en el África ardiente. Seguramente esa literatura popular le ayudó bastante a sobrellevar una existencia gris, sin el color de las portadas de las revistas.


jueves, 6 de noviembre de 2014


Colección Novela Negra

El grupo Zeta recuperó en 2008 la coleción Novela Negra, en su día perteneciente a la desaparecida Editorial Bruguera, que tanto contribuyó a la difusión de dicho género literario en España. Tal como ha pasado con otras colecciones de inmenso fondo de la referida editorial, Zeta lanzó, entre otras obras, las tituladas Mis rincones oscuros, de James Ellroy, y Marcas de fuego, de Sara Paretsky, dos escritores estadounidenses más o menos de la misma edad que constituyen lo mejor del estilo hard boiled de la narrativa policial que se escribe en la actualidad.

James Ellroy realiza un retroceso a su pasado que centra en 1958 cuando su madre apareció asesinada en las cercanías de Los Ángeles. El viaje constituye la búsqueda del asesino de Jean Ellroy, labor frustrada por el paso del tiempo pero que sirvió para que el escritor exorcizase sus demonios interiores y se reconfortase con la figura materna. En medio de las pesquisas e informes policiales se encuentran claves para entender la vida de James Ellroy, donde no faltan elementos dramáticos y sórdidos que tan comunes son en sus novelas.

Por su parte, Sara Paretsky aprovecha la contrariedad de su personaje, la detective
V.I. Warashawski, ante la explotación del hombre por el hombre para describir sin prejuicios
la corrupción policial y la indecencia política en una trama situada en Chicago. Las dos obras antes citadas formaban parte de la revitalizada colección Novela Negra en la que
también se pueden encontrar en sus primeros lanzamientos títulos de Juan Madrid, P.D. James y Patricia Cornwell.


Robert B. Parker y  Spenser

La primera vez que leí el nombre de Robert B. Parker (Springfield, 1932) estaba escrito en la cubierta de La historia de Poddle Springs, novela inconclusa de Raymond Chandler, que el primero se encargó de completar con notable éxito. 

Los herederos y editores del autor del Sueño eterno no se equivocaron a la hora de elegir a Parker para recuperar las aventuras de un otoñal Philp Marlowe con Linda Loring como esposa, con quien coincidió de soltero empedernido en otras conocidas novelas como Playback y El largo adiós.

Cuando el autor de esos inolvidables títulos policíacos dejó mundo en 1959 seguro que, por su éxito editorial, sabía que tenía imitadores pero no de la talla de Parker, quien alguna vez dijo: "Crecí deseando ser Raymond Chandler y ahora, en cierto modo y con esta oportunidad que se me ha brindado, lo soy".
 
La historia de la recuperación total de Las historia de Poodle Springs sirve para que introduzca a Robert Parker como autor de algunas novelas policíacas, si bien en línea chandleriana, es decir con detective en entorno urbano y preocupado con el devenir de la sociedad que le ha tocado vivir.




 Como su querido Chandler, Parker se muestra un admirador también por la literatura inglesa, de ahí su detective lleve el nombre de un poeta británico del siglo XVI: Spenser, el cual es protagonista de las tres novelas que recomiendo a continuación. Por cierto, la serie televisiva estadounidense obtuvo un seguimiento favorable en España durante la década de 1980.
 
En primer lugar, las aventuras del tal Spencer las situo en Tierra prometida, donde una mujer sospechosa de asesinato lleva al detective a plantearse su propia muerte. Un águila en la montaña va de búsqueda de una desaparecida, y en La espiral aparece en toda su crudeza la corrupta política de Estados Unidos con motivo de las elecciones al Senado. Espero que Spencer resulte entretenido en su devenir por tierras de Boston con su romanticismo trasnochado de solitario pertinaz en lucha contra todo tipo de injusticia, aunque también amante de la buena mesa y propenso al humor.



miércoles, 5 de noviembre de 2014


Carmen Martín, ensayista galardonada


La escritora Carmen Martín Gaite, (1925-2000) desarrolló hasta sus últimos días una importante labor literaria que la convirtió en una imprescindible narradora desde los años 50 de siglo pasado hasta su muerte, principalmente en los ámbitos de la novela y el relato corto, obras que en algunos casos mantienen la frescura inicial a pesar del paso del tiempo. Pero Martín Gaite también se abrió a otros territorios de las letras: poesía, teatro y ensayo, así como al periodismo. Uno de sus ensayos más conocidos es el titulado Usos amorosos de la postguerra española, con el que consiguió el XV Premio de Ensayo Anagrama.


El origen de dicho estudio estuvo en el interés de lectora de diarios y revistas de las décadas de 1940 y 1950 que más adelante la conducirían a escribir un ensayo sobre los amores de los años posteriores a la guerra civil, en concreto desde 1939 hasta 1953.  Así en el prólogo escrito por la propia autora en una universidad norteamericana, justo el 20 de noviembre de 1985, diez años de la muerte del dictador Franco, se preguntaba Matín Gaite que había motivado su interés en un asunto del pasado y supuestamente sobre el que todo parecía estar dicho. 


No obstante, la escritora recalcaba: A principios de la década de los sesenta, toda jovencita que se tildara de moderna devoraba la traducción española de un libro publicado en Francia en abril de 1949 por Simone de Beauvoir, la compañera de Jean-Paul Sarte. Se titulaba El segundo sexo y la cosecha de su lectura la cosecha de su lectura coincidía con el auge de la música de los Beatles. Empezaba a proliferar el espécimen de la muchacha que iba a bailar a las boites, llegaba tarde a cenar, fumaba, hacía gala de un lenguaje crudo y desdolido, había dejado de usar faja, no estaba dispuesta a tener más de dos hijos y consideraba no sólo una antigualla sino una falta de cordura llegar virgen al matrimonio. El sexo hasta hace pocos años relativamente era tema tabú —escribiría López Aranguren— y se ha convertido ahora en obsesivo... La sexualidad ha sido convertida en un «market value» susceptible de intensa, omnipresente explotación: nuestra «sociedad de consumo» lo es, capitalmente, de consumo erótico. Pero ésa es otra historia, también bastante enredosa y compleja: la de los usos amorosos de los años sesenta y setenta. Esperemos que alguien tenga la paciencia de reunir los materiales.

Entre la introducción y el epílogo, Martín Gaite incluye nueve sustanciosos capítulos que descubren como las dos décadas posteriores a la guerra civil de 1936 constituyeron, además de la pobreza y el hambre en todos los aspectos, una etapa tétrica que se acentuaba más el papel dado a la mujer por una ideología nacida con el fascismo de los años treinta y el ultracatolicismo del régimen franquista. Una época en la que la mujer había recibido una información elemental de cómo era su vida, el matrimonio y el cuidado de los hijos. No es extraño que desde fuera vieran la posición de la mujer española como en la Edad Media, porque Franco le había arrebatado los derechos civiles. Pero además de eso el ensayo se centra en el legado de José Antonio, La otra cara de la moneda, El tira y afloja o Cada cosa a su tiempo, capítulos por los que desfilan más las miserias que las grandezas de un tiempo felizmente pasado, pero no exento de repetirse.



Ensayos 

1970.- El proceso de Macanaz. Historia de un empapelamiento 1972.- Usos amorosos del dieciocho en España 1972.- Ocho siglos de poesía gallega 1973.- La búsqueda de interlocutor y otras búsquedas 1975. - Macanaz, otro paciente de la Inquisición 1977.- El conde de Guadalhorce, su época y su labor 1982.-                 El reinado Witiza 1983.- El cuento de nunca acabar: apuntes sobre la narración, el amor y la mentira  1987. Desde la ventana: enfoque femenino de la literatura española 1987.Agua pasada 1994.- Esperando el porvenir: Homenaje a Ignacio Aldecoa 1999 Cuéntame 2001.- Cuadernos de todo (póstumo).

sábado, 11 de octubre de 2014



Villa triste, un tiempo perdido definitivamente

La reciente concesión del Premio Nobel de Literatura de 2014 a Patrick Modiano coincide con la lectura por mi parte de una de sus primeras novelas, en concreto la titulada  Villa triste, que desde hacía un par de años guardaba en el anaquel de los libros sin leer. El interés por la citada obra coincidió con el hecho de que Gallimard anunciase semanas atrás la publicación de Pour que tu ne te perdes pas dans le quartier, de Modiano, pero este título queda para otra ocasión.

Villa triste es la cuarta novela del autor parisino, editada en 1975, que recibió el premio de los libreros al año siguiente. La narración se desarrolla en una zona fronteriza entre Francia y Suiza, en una especie de pequeña villa termal, a comienzos de los años sesenta del siglo pasado, en un tiempo conflictivo motivado por la guerra de independencia de Argelia, acontecimiento que aparece como señal cronológica de un tiempo pasado mitificado por el protagonista, un joven de 18 años denominado Victor Chmara, una especie de fugitivo del cual se ofrecen pocos datos. Los únicos son los que se refieren a su romance con la también joven aprendiz de actriz de cine Yvonne, quien aparece compañía de un perro y un maduro médico homosexual, René Meinthe. 

En ese aparente paraíso que semeja el entorno veraniego de la ciudad fronteriza, sirve para que el autor nos muestre un elenco de personajes extraños y espacios en decadencia que parecen estar pasando sus últimos momentos. Años después, el amor, las anécdotas, las situaciones extrañas, entre otros asuntos que maneja a la perfección Modiano, son recordados por Chmara, pero ya desde otro punto de vista, pues mucho de lo idealizado queda en frustración como la que le produce al protagonista cuando contempla años después el abandono de la ciudad donde se enamoró de Yvonne, a la que nunca encontrará pues como bien dice un refrán castellano, y aplicable a Victor, agua pasada no mueve molinos. 


jueves, 26 de junio de 2014


Sunday, Cuadernos de la Hisorieta Española

El alias de un personaje del cómic de calidad, Sunday, sirvió para dar nombre a la revista sobre estudios e investigación de la historieta, todo un ejemplo de rigor y calidad en su ámbito, más si se tiene en cuenta el año de aparición del primer número, julio de 1976.

El homenaje a Víctor de la Fuente, creador del citado personaje, servía para la puesta en marcha de una experiencia de Mariano Ayuso, quien contaba con la colaboración de un equipo de especialistas en cómic que iban ofreciendo material clásico y novedoso de diferentes autores nacionales y extranjeros. 


Luego vinieron Enric Sió y Corto Maltese, pero desde ese número 3 de enero de 1978 perdí la pista a la publicación ejemplar por sus portadas, selección de autores, estudios y calidad del papel. 

Por cierto, Sunday, tal como se auguraba en el número de estreno de la revista, se ha convertido en un clásico del cómic español, como su dibujante, y también el guionista Víctor Mora. No obstante, a pesar de Sunday no llegará a determinados lugares, sí que mantuvo una periodicidad heroica si se tiene en cuenta que la revista llegó a publicar hasta el año 1985. 



En total fueron 17 entregas que sirvieron para consolidar el estudio serio, riguroso y lleno de matices sobre el mundo de la historieta, no sólo como un mero producto de ocio, sino como referente del arte emparentado con su tiempo y con la sociedad que a menudo criticaba mediante tiras de dibujantes y guionistas amantes de su trabajo.



miércoles, 4 de junio de 2014

Relato de Rubem Fonseca en la revista La Oca

La Oca era una de esas revistas que aparecían casi por casualidad en los quioscos y al cabo de un tiempo ya no se sabía si continuaban o no. Entonces, la red de redes era ciencia ficción, mientras el flujo informativo buscaba su salida natural en las publicaciones de papel . Desde Barcelona, y con mucho amor, Eric Sió, un gran dibujante, era el encargado de editar una revista diferente en cuanto a cómics para adultos se refería. 


Basta ver el sumario para darse cuenta del hondo calado de la revista, donde firmaban entre otros: Román Gubern, Monserrat Roig, Javier Coma, Lluís Permanyer, César Malet y Frances Pi de la Serra. Los textos no impedían que La Oca fuese generosa con la historieta de gentes tan dispares como J.L. Martín, Laura y Dino Battaglia, Guido Crepax. Schulz, Winsor McCay, Sergio Toppi, George Kerriman, Tha &T.P. Bigart, Henfil, Guido Crepax y Jules Feiffer.

El número 3 de la revista mensual de cómics para adultos, correspondiente a mayo de 1985, recogía asimismo un relato del escritor brasileño Rubem Fonseca (1925). Se trata del cuento El juego del muerto, recogido en el libro titulado El Cobrador, editado en  España el año 1979 por Alfaguara. Esta editorial se había estrenado en la obra del escritor nacido en Minas Gerais también con un libro de relatos, en concreto Feliz Año Nuevo, cuya traducción al castellano correspondió a Basilio Losada, como la del cuento que a continuación se puede leer pinchando en las páginas siguientes.





jueves, 29 de mayo de 2014

En tierras bajas, de Herta Müller

Los libros leídos de ficción literaria a menudo quedan escondidos, entre otros, en los lugares menos accesibles de las bibliotecas. En mí caso, me gusta internarme por ese bosque de tomos de diferentes tamaños y colores, por lo que supone de aventura incruenta pues entiendo quienes allí están depositados, volúmenes durmientes, han sido amigos fieles en épocas lejanas o también en otras más próximas al momento del escrutinio en la biblioteca. De esa gira surgió ante mis ojos una obra editada hace 24 años bajo el título En tierras bajas, de Herta Müller (1953), y editada por Siruela.

Antes de nada recuerdo que la escritora rumano alemana Herta Müller obtuvo el Premio Nobel de Literatura de 2009 en reconocimiento a una obra que es concentración de la poesía y la franqueza, y que describe el paisaje de los desposeídos, según acordó la Academia Sueca. Herta Müller es descendiente de emigrantes de Suabia a Rumanía, país este último donde nació en 1953, en concreto en Nitznitzkydorf. Cursó estudios de Filología Germánica y Románica en la Universidad de Timisoara, pero su actividad política en defensa de la minoría alemana de Rumanía motivó su salida del país balcánico hacia Alemania, en cuya capital Berlín vive desde 1987.

Publicada en el año 1990, en una bella edición, En tierras bajas es la primera obra de esta escritora en España. En ella se recogen 15 relatos localizados en el mundo rural, un espacio inclemente, cerrado y opresivo, donde una niña observa las vicisitudes de la vida en su pequeña aldea suaba, por donde desfilan la familia, la muerte, los juegos infantiles, el sexo, la religión, los animales, las tareas agrícolas y el baile, entre otros asuntos. Al final la naturaleza se impone a la anécdota lo cual desemboca en una intensa calidad poética de las imágenes casi oníricas creadas por Herta Müller.

El libro editado en Rumanía en 1982 sufrió el rigor de la censura por la manifiesta actitud combativa de Herta Müller contra el régimen del presidente Ceaucescu, no en vano el espacio temporal en que se desarrollan las tristes historias de En tierras bajas corresponde a los años en que el dirigente comunista antes citado gobernaba la República Socialista de Rumanía. El compromiso con las libertades llevó a la escritora a tener algún encontronazo con la temida policía secreta del régimen de Ceaucescu. En libro apareció por primera vez sin censura dos años después en la entonces ciudad de Berlín Oeste.

Premiada con diferentes galardones literarios desde comienzos de la década de 1980, entre otros los  Aspekte Ricarda Huch, Franz - Werfel, Samuel Bogumil Linde o Bayerischer Maximiliansorden, entre otros, también ha recibido el reconocimiento de universidades británicas y estadounidenses a su trabajo en el ámbito de la palabra escrita que desarrolla en diferentes ámbitos: narrativa, poesía, ensayo, conferencias, audio libros y arte.

De sus obras, además de su estreno literario, hay que citar: El hombre es un gran faisán en el mundo, La piel del zorro, La bestia del corazón, Hoy no hubiera preferido no encontrarme a mí misma y Todo lo que tengo lo llevo conmigo, entre otras en el terreno de la narrativa y todas traducidas al español. 


martes, 8 de abril de 2014

Piezas cortas de Tennesse Williams

La lectura por tercera vez de las memorias del escritor estadounidense Tennesse Williams (1911-1983) me hizo revisar las baldas donde guardo los libros para buscar las obras de teatro conservadas en papel impreso, así que no pude resistir la tentación de echar mano a Piezas Cortas.

La reducidas obras dramáticas se recogen en mi caso en un libro de bolsillo inolvidable porque fue el primero que compré de la colección de bolsillo de una conocida editorial durante mi época de estudiante preuniversitario. Se trata del pequeño volumen publicado por Alianza en su famosa colección de bolsillo con el número 102.

De Tennesse Williams conocí hace muchos años las adaptaciones cinematográficas de varias de sus obras, entre otras, Un tranvía llamado deseo, El zoo de cristal, La gata sobre le tejado de zinc o La noche de la iguana. 

Con las piezas cortas, nueve en total, disfruté de verdad desde la primera, subtitulada Una comedia del Delta del Misisipi y titulada Veintisiete vagones de algodón, hasta la última, El caso de las petunias pisoteadas, subtitulada a su vez Una fantasía lírica. No es extraño que el teatro de Williams fuese tan recurrido por varios directores cinematográficos de fama, pues las obras de Tennesse, cuyo verdadero nombre era Thomas, tienen la cualidad de ser visuales a la vez que ofrecen un amplio cartel de personajes, dispares, problemáticos, alienados, solitarios, derrotados…, muy parecidos a los de la también sureña, pero novelista principalmente, Carson McCullers.

 Todo eso se puede apreciar leyendo las piezas cortas de Williams, obras que constituyen un excelente acercamiento a la obra de Williams o una acertada curiosidad para quienes ya la conocen.

martes, 11 de marzo de 2014

La pasión rusa de Juan Eduardo Zúñiga


Juan Eduardo Zúñiga (Madrid) es uno de los más singulares escritores españoles que goza de un importante seguimiento por parte de un público fiel que capta sus grandes dotes sobre todo en el relato corto.Su faceta literaria la voy a dejar de lado para reseñar dos libros de Zúñiga que se enmarcan más en el ensayo que en la ficción, aunque esta última no quede totalmente diluida en las dos obras, en concreto en las tituladas El anillo de Pushkin y Las inciertas pasiones de Iván Turgnéniev

Zúñiga recibió en 1983 el premio Ópera Prima de la Asociación Colegial de Escritores por El anillo de Pushkin, obra que en general tiene mucho que ver con la memoria de las historias descubiertas en largas horas de lecturas del tesoro de la literatura en lengua rusa. En particular también influye sin duda que Zúñiga es uno de los contados especialistas de nuestro país en literaturas eslavas, en las de Rusia y de Bulgaria. 

Con semejantes materiales, el madrileño es autor de un delicioso libro que me gusta releer a menudo porque yo, como la mayoría de los lectores de ficción, disfruto de la literatura rusa desde muy temprana edad.

Como Zúñiga, evoco a menudo con entusiasmo juvenil hombres, mujeres, costumbres, paisajes..."que fueron mi ventana al mundo, la iniciación al amor encendido de púrpura, la puerta que lleva a los serenos dominios del conocimiento y la tolerancia, la llave de las admiraciones ante el talento y la maestría de escritores excepcionales", según palabras del propio autor recogidas en la introducción de la obra El anillo de Pushkin.



El libro comienza con el capítulo que le da título para continuar con los paseos por las ciudades de Moscú y San Petersburgo -cuando se editó El anillo de Puskhin aún llevaba el nombre de Lenigrado felizmente descartado desde la nueva etapa histórica de Rusia-, urbes por las que han transitado personajes, paisajes y pasiones de gentes descritas o narradas por el ya referido Pushkin, Lermotov,Turguéniev, Dostoievski, Tolstoi, Sumarokov, Fedin, Chejov, Gorki o Kataie, entre otros autores de ficción que ocupan un lugar destacado no solamente en sus lugares de origen sino también las más variadas geografías..


 
Como si de relatos cortos se tratasen, género en el que Zúñiga se maneja con precisión artesana, los siguientes capítulos adentran al lector en los diferentes capítulos. Es decir, sucesivamente en Las mujeres leídas, Blok en el Apocalipsis, Andreiev, Padres e hijos, Bosque sombrío, El doble Dostoievski o el Origen de un destino, que sirven asimismo a Zúñiga para reconocer la ignorada labor del traductor -infiel o riguroso- a la que debe reconocerse una parte del placer experimentado en la lectura y el conocimiento de las letras rusas.


La segunda traída a este espacio es el título Las inciertas pasiones de Iván Turgnéniev. Otra vez, Zúñiga con precisión de orfebre resalta pasajes de la vida del escritor Turgueniev en relación con sus amores femeninos, en especial los habidos con la cantante de origen español Paulina García, que sirven de excusa para hacer el retrato de un noble de ideas liberales muy implicado con la cultura occidental en contraposición a las costumbres medievales del zarismo de su tierra de nacimiento. De esta manera, el escritor ruso pasa a ser protagonista esencial en la inmersión que sirve a Zúñiga para adentrarse en el tiempo y en la vida del autor nacido en 1818 en la hoy gloriosa ciudad rusa de Oriol.


Sin embargo es mejor recurrir al prólogo titulado Encuentro con Turguéniev para saber el origen del ensayo-relato sobre el autor de Padres e hijos, entre sus mejores obras, que vuelve a insistir en el choque decisivo en la niñez con una obra del escritor ruso que le puso en contacto con el conocimiento de una Rusia antigua y remota de la que nadie en su entorno no sabía nada. De quien sabremos más, en sucesivas entregas, va a ser de Juan Eduardo Zúñiga, cuyas obras de ficción irán apareciendo en este espacio.

martes, 4 de marzo de 2014

Barco sin luces

Luis V. Fernández Pimentel (1895-1958) es uno de los poetas gallegos que a pesar de su escasa obra llamó la atención de lectores y estudiosos como Dámaso Alonso, quien escribió sobre el lugués: “Por la ciudad, pequeña y fácil, sólo asustada de tan fácil, va y viene un hombre joven, alto, cenceño. Es un médico: va y viene a su trabajo. Dios lo ha puesto junto al dolor. Le puso mucho dolor y mucho susto en el alma, el miedo más humano del que a cada instante se despierta entre maravillas; pero además, es un médico; diariamente tiene en sus manos el dolor físico de los otros, como un pájaro palpitante. El alma le ha llenado de paisaje gallego y de nostalgia, de dolor y de ensueño. Profundas realidades le van cayendo en el alma”.




Luis Pimentel moría inesperadamente en su casa de Lugo, hace algo más de medio siglo. Hasta entonces, finales de la década de 1950, no se habían publicado libros de su autoría, aunque su inquietud artística, que compaginó con la profesión de médico, le llevó a participar desde la década de 1920 en los actos de carácter cultural y tertulias de todo tipo que se desarrollaban en la ciudad que le vio nacer y morir. Entre sus colaboraciones destacan las realizadas para la revista Ronsel, punto de encuentro de las vanguardias artísticas que calaron hondo en toda Europa en los años posteriores a la I Guerra Mundial.

La influencia de la denominada generación del 27 sobre la poética de Luís Pimentel fue notoria. En este sentido, Barco sin luces, la obra que aquí recuerdo tiene algo de juanramoniana, pero en ella late lo humano, una cotidianidad dura, vivida por el observador solitario que pasea sus penas por la ciudad provinciana, refugio de su alma en pena por un mundo condenado a la sinrazón. Todo eso aparece en Barco sin luces, cuyos poemas Pimentel leyó en alguna ocasión a los amigos y conocidos que compartían con él tertulia en su ciudad natal: Lugo, pequeña capital  de provincia recogida tras sus murallas de origen romano.

Libro póstumo aparecido por primera vez en el año 1960, prologado por Dámaso Alonso, Barco sin luces navega dejando su clara estela para llevarnos, como dijo el gran filólogo y también poeta madrileño, “allá donde se abre en playas la ternura, donde los miedos se adelgazan sin llama, junto al presentimiento en sus aljibes, donde el dolor se ahonda en silencio y el mundo es ya silencio, allí donde la sensibilidad ya es música o perfume. Allí es el reino extraño y original de Luís Pimentel."

La poetisa y ensayista literaria Luz Pozo Garza, por su parte, entiende que "la poesía pimentaliana, no sólo la que se integra en Barco sin luces, se deja analizar dentro de la línea simbolista, que constituye su código estético dominante. También hay secuencias, trozos de valor referencial en un lenguaje discursivo; se advierte sobre todo en ciertos textos donde la referencia exterior sirve de apoyatura básica, o donde los acontecimientos objetivos alcanzan dimensiones excepcionales."

Las pruebas de libro para su publicación en versión gallega de Barco sin luces desaparecieron de la imprenta de Nós en Santiago de Compostela durante el verano de 1936. Otras obras líricas de Luís Pimentel son Triscos (1950), Sombra do aire na herba (1959) y Obra inédita o no recopilada (1980). En 1990 se le dedicó el Día das Letras Galegas.



Un mendigo en el quirófano

Se va sumiendo la carretera en tus ojos. Horas encendidas de grava viven aún en tu humilde reloj de níquel… Los ángeles azules del telégrafo dieron sus alas para tus pobres zapatos. Rezan por ti de rodillas los marcos de los kilómetros. En la camilla, está tibio de paisaje tu cayado; y sobre el quirófano ha caído una lluvia de campanas y pájaros. Níquel y cristal se han inundado de campo.

de Barco sin luces

viernes, 28 de febrero de 2014



Un enano se suicida en Las Vegas

La prematura muerte de Francisco Casavella (1963-2008) dejó a la literatura en castellano sin una de sus voces más singulares. Su desaparición física no quiere decir que no sea un buen momento para reivindicar la vigencia del escritor barcelonés, curtido en los más variopintos talleres de la letras, de quien he vuelto a leer la novela Un enano español se suicida en Las Vegas (Anagrama), editada en 1997, una oxigenante novela que levanta sonrisas según avanzan las páginas, las cuales se quedan cortas ante la maestría deCasavella para llevarnos de la mano por la Barcelona donde nació y murió.

La contraportada de la primera edición de la citada novela decía: "Para Ignacio Losada, los sucesivos y descacharrantes reencuentros con Carlos, su hermano mayor, jugador ye-yé en las últimas, supondrán bastante más que el ejercicio de la piedad con alguien acosado, simultáneamente , por sed metafísica y un ejército de matones; una transferencia de gestos y culpas le enfrentará a la fragilidad de sus entusiasmos y al presagio constante de la tragedia para despositarle bruscamente en los demasiado ciertos páramos de la edad adulta..."


Otros libros de Casavella son los titulados:
El triunfo (1990, Versal), Premio Tigre Juan de novela
Quédate (1993, Ediciones B)
El secreto de las fiestas (1997, Anaya)
El día del Watusi. Los juegos feroces (2002, Mondadori)
El día del Watusi. Viento y joyas (2002, Mondadori)
El día del Watusi. El idioma imposible (2003, Mondadori)
Lo que sé de los vampiros (2008, Destino), Premio Nadal 2008



La velocidad de la luz

Una crítica sobre el libro de Javier Cercas, La velocidad de luz, hace referencia a que es una novela llena de lugares comunes. No soy amigo de leer críticas literarias, pues desde siempre me gustó ir a mi aire. Mas uno también tiene sus momentos de duda y cae en la tentación. Espero que no sirva de precedente de otros comentarios, porque en todo caso yo digo sobre la citada obra: ¡Bienvenidos los lugares comunes! 

En este país parecer ser que, según algún tipo de crítica, la literatura es algo retorcido que no lee ni quien la escribe, mientras que lo demás son concesiones de los literatos a los lectores. Es decir si se lleva violencia, pues violencia; si es sexo, sexo… Cuando se descubre un libro que puede interesar, enseguida los jueces de la literatura salen a la palestras para lanzarse contra todo lo que huela a triunfo merecido. 

En fin a lo que iba, a mí de Cercas me gustó su exitosa novela Soldados de Salamina, y ahora que me he atrevido con La velocidad de la luz, también me ha resultado atractiva. Desde el primer momento estuve amarrado, con gusto, a sus páginas a pesar de no ofrecer una historia llamativa. Ahí está su grandeza: ofrecer literatura, que entretiene, de acuerdo con un argumento sobre la vida misma, donde se dan cita el dolor, la culpa, el triunfo, la derrota y hasta un escritor que narra y reflexiona sobre esas realidades.