viernes, 28 de noviembre de 2014



En las montañas del Tibet

Periodista de radio y prensa, la escritora china Xinran (1958) desarrolla en sus libros asuntos de actualidad, pero también tiene tiempo para la producción de historias más literarias como la recogida En las montañas del Tibet, una obra que sirve de punto de reflexión sobre el eterno enfrentamiento entre vanguardia y tradición, en concreto la vida nómada por la que no parece pasar el tiempo por un lado y, por otro, la revolución maoísta llevada a un país vecino que no esta por la labor de un cambio impuesto por extranjeros.


El argumento sencillo de una joven médico que pierde a su marido y colega en tiempos de la ocupación del Tibet en 1958, resulta en un principio bastante convencional, pero será a partir de que la mujer se aliste en el mismo ejército que llevó a la desaparición de su marido cuando comience a resultar atractiva la trama de En las montañas del Tibet. Lo que en principio se publicita como una campaña de liberación del pueblo tibetano de su sistema feudal con un fuerte componente religioso, resulta el motivo de una guerra dolorosa para ambos bandos. 

Las peripecias de la búsqueda del marido por parte de la protagonista la lleva a descubrir otro mundo, bastante alejado de su formación técnica y revolucionaria. En su largo recorrido por geografías inalterables, al igual que las costumbres de sus compañeros de viaje, que parecen correr en paralelo al amor que siente hacia el esposo desaparecido. Al final, tras 30 años de recorrido y vida alimentada en la soledad y el trabajo, la protagonista descubre el verdadero final de su marido. 

El regreso a su país de origen descubre al lector  que por el camino quedaron juventud y periodos de tiempo que no le permitieron conocer el desencanto de una vida que se prometía feliz al principio del libro. Sólo el amor permanece.
Editoriales sorpresa

Las editoriales nacen, crecen y muy a menudo desaparecen, aunque en mi opinión no me refiero a la cruenta competencia que mantienen en la actualidad con nuevos formatos de lectura promovidos por las nuevas tecnologías que, de paso, siempre bienvenidas por el adelanto que representa en muchos aspectos relacionados con la escritura.

Lo enunciado anteriormente no me impide recalcar que creo que el libro en el formato de siempre, recuerdo la Galaxia Gutemberg, se va a mantener por los siglos de los siglos, aunque no en la cantidad que se produce en la actualidad la letra impresa, una industria potente que se niega a ceder el testigo a otros competitivos soportes que a menudo utilizamos, también para leer, escribir y archivar. El cine, allá por comienzo del siglo XX, fue saludado con agresivas actitudes por algunos escritores que veían peligrar su privilegiada posición;  si no me equivoco, el superventas Gorki era uno de ellos.

A lo que iba, por desgracia, en muchos casos por falta de éxito, desaparecen editoriales cuyos responsables demostraron una excelente relación con la letra impresa, lo cual se tradujo en la salida de novedades sorpresivas o clásicos olvidados de las listas de éxitos. 

Eso me imagino que le pasó a Ediciones del Cotal, allá por la década de los setenta, cuando su cuidado diseño de portada y un distintivo muy apropiado llamaron la atención de no pocos lectores, entre los que me incluía yo. Marketing aparte, lo que más me atrajo fueron los autores como era el caso del primero en que puse mi vista cuando ví la colección ya expuesta en alguna librería que, si mal no me equivoco, era una de las casetas de las cuesta de Moyano, en Madrid, lugar de paseo de muchos literatos, entre otros el emboinado Baroja, quien desde hace años cuenta con una estatua en dicho lugar al lado del Jardín Botánico y próximo al castizo Retiro.


El primer libro fue el que está encima de este párrafo. Del poeta galés Dylan Thomas de quien ya conocía otros relatos, su poesía completa y cartas, con lo cual el disfrute con Las hijas de Rebeca no pudo ser mejor. El título del escritor de Swansea volvería a ser noticia en la década de 1990 gracias a la adaptación cinematográfica del mismo título realizada por Karl Francis y protagonizada por, entre otros, Peter O' Toole.

Con posteridad y cuando la editorial aún se encontraba en  su apogeo, volví a comprar otro libro, también de un escritor británico, pues se trataba de la obra Las nuevas noches árabes del escocés Robert Louis Stevenson, con prólogo de Cesare Pavese. Sus generosas páginas me sirvieron de perfecto acompañante en sufridas noches del agosto madrileño. La excepcionalidad de otros títulos del autor de La isla del Tesoro no impidió que disfrutase con aquellas aventuras salidas de la mente de Stevenson, páginas entonces desconocidas y de grato recuerdo a las que vuelvo de vez en cuando para disfrutar de esas historias imaginadas que me llevan lejos de la fastidiosa realidad cotidiana. 

Pasado el tiempo, en una de esas ferias del libro de ocasión, entre libros invendibles y otras piezas condenadas a la guillotina, revolviendo entre montones de publicaciones de saldo y otros fósiles de papel de escaso valor, recuperé del gran cuentista francés Guy de Maupassant, en concreto El señor Parent. Libre del peso y del polvo, la obra también desconocida me sirvió para reconocer el talento del escritor francés y su realismo no exento de profunda indagación psicológica en relación con los personajes de la mencionada publicación.

En sucesivas ferias de libros de antiguos y de segunda mano me fui haciendo con varios volúmenes de Ediciones del Cotal, entre otros de gente de la literatura como Katherine Mansfield, James Cain, Joseph Conrad o Fenimore Cooper.


miércoles, 19 de noviembre de 2014


El libro de viejo

La esfera del libro de viejo se extiendo por calles y plazas y llega tambièn al Rastro, en donde están, como representantes de la cultura, Elías, el Chanela, y alguno que otro que no sabe leer. Alrededor de los libros, de correrlos, de cambiarlos, vive bastante gente; claro que la mayoría mal. Entre los bibbliófilos hay los ricos que compran libros para formar colecciones, y muchas veces para venderlas al extranjero, y los eruditos y los escritores que buscan datos o padecen la bibliomanía, que es una enfermedad incurable.

La horas solitarias
Pío Baroja

Pío Baroja había escrito en su casa de Vera de Bidasoa Las horas solitarias, donde incluía sus impresiones sobre diferentes aspectos de la vida que entraba por sus ojos curiosos y críticos. La obra rematada en 1918 , se abría en la estación invernal y con un artículo sobre su indisimulaba manía de comprar libros, sobre todo de los denominados de viejo. En Madrid, conocía todas las librerías y puestos, incluidos los del Rastro. Con posteridad, ya en la década de 1920, Baroja fue asiduo hasta su muerte de la Cuesta Moyano, donde se le ha levantdo una estatua que domina ese territorio situado al lado del Botánico y cerca del Retiro.

Vicente Díez de Tejada escribía sobre los libros y los libreros de entonces en sus puestos. Su relato se publicó, que aparece aquí recogido, el 24 de agosto de 1913 en el semanal Blanco y Negro, que costaba 30 céntimos de peseta. Las ilustraciones pertenecen a N. Méndez Bringa.


lunes, 17 de noviembre de 2014

Marino en tierra

Joseph Conrad es un escritor al que vuelvo a releer a menudo y que ha dado algunos títulos ejemplares a la literatura escrita en inglés. Nacido en la Ucrania polaca, el 3 de
diciembre de 1857, Jósef Teodor Konrad Korzeniowski, tras una vida errante y aventurera en su infancia y juventud, a partir de 1886 se convierte en ciudadano inglés que deja atrás su profesión de marino para centrarse en la escritura. 

Sin embargo, el abandono de la actividad marinera le permitió asentarse y utilizar sus experiencias como argumento de sus mejores novelas, experiencias cargadas de imaginación.

“Donde el novelista se encuentra con ventaja sobre quienes laboran en otros terrenos del pensamiento es en lo que hace al privilegio de la libertad –la libertad de expresión y la de confesar las creencias más íntimas que debiera consolarlo de la dura esclavitud que le impone la pluma”. Esto diría Conrad de su actividad en 1905, dura labor que hasta su muerte estuvo llena de sinsabores, pero reconocida con el paso del tiempo por miles de lectores que disfrutan de la narrativa del ilustre escritor.



Algunas obras de Conrad


El negro del Narciso
El corazón de las tinieblas
Lord Jim
Tifón
Nostromo
El agente secreto
Entre la tierra y el mar
Bajo la mirada de occidente
Victoria
La línea de sombra
La flecha de oro
El rescate
El pirata

martes, 11 de noviembre de 2014

Aquellos aventureros con sus llamativos sombreros

Arrinconados en la vieja maleta de madera de aquel tío muerto en plena juventud, que había luchado en la guerra fraticida por que le tocaba por edad. Sin más formación que las cuatro reglas básicas y algunas nociones de gramática, aprendidas con golpes de por medio, se echó a la vida tras un servicio militar infame -después de la guerra en frentes helados y muertos despanzurrados por banderas en las que no creía, ni de uno ni de otro lado-, al fin era un adolescente al que sólo le interesaba encontrar alguna joven con la que hablar. 




Pero la maleta le acompañó al último lugar donde se supo que había muerto en accidente evitable de trabajo. Eran los años cincuenta. En aquel cajón alargado, con carteles de mano de viejas películas como adorno a sus tapas, estaban sus escasas pertenencias, menos la pistola que llevaba para defenderse del mundo de lobos y lobas que le tocó vivir. Varias revistas como las de arriba estaban usadas de tanto leerlas. Me imagino que José, en sus pocas horas de libranza, también pensaba en los bosques de las Montañas Rocosas de Canadá, en los desiertos norteafricanos y en el África ardiente. Seguramente esa literatura popular le ayudó bastante a sobrellevar una existencia gris, sin el color de las portadas de las revistas.


jueves, 6 de noviembre de 2014


Colección Novela Negra

El grupo Zeta recuperó en 2008 la coleción Novela Negra, en su día perteneciente a la desaparecida Editorial Bruguera, que tanto contribuyó a la difusión de dicho género literario en España. Tal como ha pasado con otras colecciones de inmenso fondo de la referida editorial, Zeta lanzó, entre otras obras, las tituladas Mis rincones oscuros, de James Ellroy, y Marcas de fuego, de Sara Paretsky, dos escritores estadounidenses más o menos de la misma edad que constituyen lo mejor del estilo hard boiled de la narrativa policial que se escribe en la actualidad.

James Ellroy realiza un retroceso a su pasado que centra en 1958 cuando su madre apareció asesinada en las cercanías de Los Ángeles. El viaje constituye la búsqueda del asesino de Jean Ellroy, labor frustrada por el paso del tiempo pero que sirvió para que el escritor exorcizase sus demonios interiores y se reconfortase con la figura materna. En medio de las pesquisas e informes policiales se encuentran claves para entender la vida de James Ellroy, donde no faltan elementos dramáticos y sórdidos que tan comunes son en sus novelas.

Por su parte, Sara Paretsky aprovecha la contrariedad de su personaje, la detective
V.I. Warashawski, ante la explotación del hombre por el hombre para describir sin prejuicios
la corrupción policial y la indecencia política en una trama situada en Chicago. Las dos obras antes citadas formaban parte de la revitalizada colección Novela Negra en la que
también se pueden encontrar en sus primeros lanzamientos títulos de Juan Madrid, P.D. James y Patricia Cornwell.


Robert B. Parker y  Spenser

La primera vez que leí el nombre de Robert B. Parker (Springfield, 1932) estaba escrito en la cubierta de La historia de Poddle Springs, novela inconclusa de Raymond Chandler, que el primero se encargó de completar con notable éxito. 

Los herederos y editores del autor del Sueño eterno no se equivocaron a la hora de elegir a Parker para recuperar las aventuras de un otoñal Philp Marlowe con Linda Loring como esposa, con quien coincidió de soltero empedernido en otras conocidas novelas como Playback y El largo adiós.

Cuando el autor de esos inolvidables títulos policíacos dejó mundo en 1959 seguro que, por su éxito editorial, sabía que tenía imitadores pero no de la talla de Parker, quien alguna vez dijo: "Crecí deseando ser Raymond Chandler y ahora, en cierto modo y con esta oportunidad que se me ha brindado, lo soy".
 
La historia de la recuperación total de Las historia de Poodle Springs sirve para que introduzca a Robert Parker como autor de algunas novelas policíacas, si bien en línea chandleriana, es decir con detective en entorno urbano y preocupado con el devenir de la sociedad que le ha tocado vivir.




 Como su querido Chandler, Parker se muestra un admirador también por la literatura inglesa, de ahí su detective lleve el nombre de un poeta británico del siglo XVI: Spenser, el cual es protagonista de las tres novelas que recomiendo a continuación. Por cierto, la serie televisiva estadounidense obtuvo un seguimiento favorable en España durante la década de 1980.
 
En primer lugar, las aventuras del tal Spencer las situo en Tierra prometida, donde una mujer sospechosa de asesinato lleva al detective a plantearse su propia muerte. Un águila en la montaña va de búsqueda de una desaparecida, y en La espiral aparece en toda su crudeza la corrupta política de Estados Unidos con motivo de las elecciones al Senado. Espero que Spencer resulte entretenido en su devenir por tierras de Boston con su romanticismo trasnochado de solitario pertinaz en lucha contra todo tipo de injusticia, aunque también amante de la buena mesa y propenso al humor.



miércoles, 5 de noviembre de 2014


Carmen Martín, ensayista galardonada


La escritora Carmen Martín Gaite, (1925-2000) desarrolló hasta sus últimos días una importante labor literaria que la convirtió en una imprescindible narradora desde los años 50 de siglo pasado hasta su muerte, principalmente en los ámbitos de la novela y el relato corto, obras que en algunos casos mantienen la frescura inicial a pesar del paso del tiempo. Pero Martín Gaite también se abrió a otros territorios de las letras: poesía, teatro y ensayo, así como al periodismo. Uno de sus ensayos más conocidos es el titulado Usos amorosos de la postguerra española, con el que consiguió el XV Premio de Ensayo Anagrama.


El origen de dicho estudio estuvo en el interés de lectora de diarios y revistas de las décadas de 1940 y 1950 que más adelante la conducirían a escribir un ensayo sobre los amores de los años posteriores a la guerra civil, en concreto desde 1939 hasta 1953.  Así en el prólogo escrito por la propia autora en una universidad norteamericana, justo el 20 de noviembre de 1985, diez años de la muerte del dictador Franco, se preguntaba Matín Gaite que había motivado su interés en un asunto del pasado y supuestamente sobre el que todo parecía estar dicho. 


No obstante, la escritora recalcaba: A principios de la década de los sesenta, toda jovencita que se tildara de moderna devoraba la traducción española de un libro publicado en Francia en abril de 1949 por Simone de Beauvoir, la compañera de Jean-Paul Sarte. Se titulaba El segundo sexo y la cosecha de su lectura la cosecha de su lectura coincidía con el auge de la música de los Beatles. Empezaba a proliferar el espécimen de la muchacha que iba a bailar a las boites, llegaba tarde a cenar, fumaba, hacía gala de un lenguaje crudo y desdolido, había dejado de usar faja, no estaba dispuesta a tener más de dos hijos y consideraba no sólo una antigualla sino una falta de cordura llegar virgen al matrimonio. El sexo hasta hace pocos años relativamente era tema tabú —escribiría López Aranguren— y se ha convertido ahora en obsesivo... La sexualidad ha sido convertida en un «market value» susceptible de intensa, omnipresente explotación: nuestra «sociedad de consumo» lo es, capitalmente, de consumo erótico. Pero ésa es otra historia, también bastante enredosa y compleja: la de los usos amorosos de los años sesenta y setenta. Esperemos que alguien tenga la paciencia de reunir los materiales.

Entre la introducción y el epílogo, Martín Gaite incluye nueve sustanciosos capítulos que descubren como las dos décadas posteriores a la guerra civil de 1936 constituyeron, además de la pobreza y el hambre en todos los aspectos, una etapa tétrica que se acentuaba más el papel dado a la mujer por una ideología nacida con el fascismo de los años treinta y el ultracatolicismo del régimen franquista. Una época en la que la mujer había recibido una información elemental de cómo era su vida, el matrimonio y el cuidado de los hijos. No es extraño que desde fuera vieran la posición de la mujer española como en la Edad Media, porque Franco le había arrebatado los derechos civiles. Pero además de eso el ensayo se centra en el legado de José Antonio, La otra cara de la moneda, El tira y afloja o Cada cosa a su tiempo, capítulos por los que desfilan más las miserias que las grandezas de un tiempo felizmente pasado, pero no exento de repetirse.



Ensayos 

1970.- El proceso de Macanaz. Historia de un empapelamiento 1972.- Usos amorosos del dieciocho en España 1972.- Ocho siglos de poesía gallega 1973.- La búsqueda de interlocutor y otras búsquedas 1975. - Macanaz, otro paciente de la Inquisición 1977.- El conde de Guadalhorce, su época y su labor 1982.-                 El reinado Witiza 1983.- El cuento de nunca acabar: apuntes sobre la narración, el amor y la mentira  1987. Desde la ventana: enfoque femenino de la literatura española 1987.Agua pasada 1994.- Esperando el porvenir: Homenaje a Ignacio Aldecoa 1999 Cuéntame 2001.- Cuadernos de todo (póstumo).