martes, 23 de abril de 2019

Mujeres obreras

En Madrid, entre 1932 y 1933, próximo a la Puerta del Sol hay un salón de té en el que varias mujeres trabajan día tras día en régimen de explotación laboral y falta de respeto a los derechos más elementales de quienes tienen que bregar durante horarios agotadores para poder sobrevivir. 

El telón de fondo de una República convulsa, que a duras penas trata de desarrollar un sistema democrático acorde con los tiempos, sirve de escenario general a la novela Tea Rooms. Mujeres obreras, de Luisa Carnés, editada por Hoja de Lata en sus colección Sensibles a la letras.

La escritora madrileña, felizmente recuperada como una parte de aquella generación del 27 que no usaba sombrero, adentra al lector mediante un lenguaje directo y sin adornos en el terreno laboral de las camareras de un establecimiento hostelero de la década de 1930. Si  Pilar Carnés terminó de escribir el libro en febrero de 1933, según consta en la última página del mismo, no sería hasta abril de ese mismo año cuando por primera vez en España las mujeres pudieron ejercer el derecho al voto. La II República española se había proclamado el 14 de abril de 1931.

 En ese estado de cosas se desarrolla la desigual lucha de las mujeres trabajadoras que, según la autora, además de buscar su emancipación laboral también tratan de encontrar la igualdad en todos los ámbitos de la vida cotidiana. "Hoy sabemos que las mujeres valen más que para remendar ropa vieja, para la cama y para los golpes en el pecho; la mujer vale tanto como el hombre para vida política y social". A la ebullición política y social de aquel tiempo, hay que sumar la crisis económica arrastrada a nivel mundial tras el crac de 1929.

Como el personaje de Matilde, la escritora representa un tiempo concreto de España, en el ya se apreciaba la mujer moderna pero emancipada mediante la cultura y la lucha colectiva, ámbitos en los que participó siempre a contracorriente Luisa Carnés. Algunas frases recogidas en Tea Room resultan premonitorias, por ejemplo: "Una mujer joven que transite por las calles a todas horas se expone ser víctima de innumerables incidentes en estos países donde se cultiva la prostitución"

Además de la lucha contra la explotación laboral, pues en las páginas de la novela se apunta la necesidad de acabar con las políticas capitalistas que intentan abolir las horas de descanso o el derecho a la huelga, aunque también la autora ve necesario que las personas desde la niñez reciban una educación adecuada para evitar la caída en la profunda sima de la estupidez.

La obra de Luisa Carnés, para algunos autora invisibilizada, está siendo recuperada por la mencionada Hoja de Lata, que, además de dicha novela de carácter social, también ha rescatado hasta ahora los títulos Trece cuentos (1931-1963) y Rosalía. El segundo resulta una curiosa biografía sobre la poetisa gallega, escrita por la madrileña en el exilio mexicano. 



lunes, 8 de abril de 2019

Portadas de Daniel Gil

El libro de bolsillo de Alianza Editorial iniciaba su andadura en el año 1966 con Unas lecciones de metafísica, de José Ortega y Gasset, título del número 1 de la citada colección, la cual entre distintas novedades en el mundo de la edición incluía un moderno y atractivo diseño de las portadas del variado catálogo de la editorial madrileña, labor que durante muchos años corrió a cargo de Daniel Gil (1930 - 2004), quien trabajó para la citada empresa hasta 1989.
 

El libro de bolsillo de Alianza Editorial se orientaba hacia un público variopinto que por un precio aceptable recibía obras de ficción relacionadas en una buena parte con autores de actualidad en aquellos años 60 del siglo pasado.  El catálogo incluía asimismo ensayos, obras de carácter científico, que tuvieron una notable reconocimiento por parte de estudiantes y docentes de diferentes tramos de la enseñanza. La colaboración con editoriales latinoamericanas como Losada y Emecé contribuyeron al aire de actualidad que ofrecían los libros que iban editando periódicamente.



La edición de obras de autores de prestigio facilitó la expansión de libro de bolsillo, incluso fuera de las fronteras hispanas, éxito alcanzado asimismo por las innovadoras portadas que Daniel Gil, algunas de ellas auténticas obras de arte que han sido motivo de exposiciones, como la itinerante y titulada Portadista. 


Los diseños de Gil acompañaron obras fundamentales de la literatura universal como  Kafka, Golding, Proust, Hesse, Baroja, Stendhal, Scott Fitzgerald, Lorca, Mishima, Poe,  Maupassant o Handke, entre otros, a los que se unieron las de filósofos de diferente épocas, desde la Grecia clásica a la actualidad.


Con posteridad, Alianza cambiaría de dueños, sus colecciones variarían, así como los diseños, lo cual no impide que el legado de Daniel Gil mantenga en bastantes casos un importante atractivo. El diseñador dejó tres mil cubiertas para la editorial Alianza, en la que se incluían otras colecciones, además de la de bolsillo, a las que Gil también aportó su genio creativo.

miércoles, 3 de abril de 2019

Las cien primaveras de Juan Eduardo Zúñiga 


La reedición de los dos primeros libros de narrativa de Juan Eduardo Zúñiga (1919, Madrid) coinciden con el centenario de nacimiento del escritor madrileño. Se trata de los títulos Inútiles totales (1951) y El coral y las aguas (1962), que aparecen en volumen de la editorial Cátedra en su colección de clásicos del siglo
XX, libros cuyo escaso éxito obligaron a su autor a la retirada y prolongado asentamiento del autor en el ámbito de la traducción de textos literarios, principalmente portugueses y de lenguas eslavas, lo cual no le impidió el mantenimiento de su vocación de escritor que le servía para guardar lo que consideraba interesante para darlo a conocer en publicaciones periódicas, pues hasta 1977 no aparecería su siguiente libro, el ensayo titulado Los imposibles afectos de Iván Turguéniev (Editoria Nacional, 1977- recuperado 19 años después como  las inciertas pasiones de Iván Turguéniev, en Alfaguara.

Inútiles totales, obra descatalogada desde 1951, tuvo su origen a finales de la década anterior cuando Zúñiga se reunía con varios amigos en el Café Lisboa de la madrileña Puerta del Sol, lugar de encuentro, tertulia y lectura de escritos de jóvenes aspirantes a escritores, entre los que se encontraban Francisco García Pavón, Arturo del Hoyo, Jose Corrales Egea, Buero Vallejo y el propio Zuñiga, quienes acordaron publicar por su cuenta aquellos relatos. La obra de Zúñiga salió de la imprenta de los Talleres Gráficos de Fernando Martínez de Madrid en 1951 con el título Inútiles totales. Con una viñeta del autor, en principio aspirante a pintor pues pasó por Bellas Artes y cultivó el dibujo, Zúñiga centra su estreno literario en el periplo de dos jóvenes dentro de un Madrid cercado y destruido por la guerra civil. Son personajes anónimos como los miles que sobreviven en un paisaje de destrucción como preludio de un futuro nada complaciente con quienes merodean por sus ruinas. Son gentes alejadas de la supuesta épica guerrera y la mitología bélica, cuyas hazañas están orientadas más a la supervivencia que al encontronazo con el enemigo.


La crítica detectó en las 62 páginas de dicho estreno narrativo ecos del 98, sobre todo barojianos, por las realidades expuestas en la corta novela que a pesar de su realismo ya apunta maneras de un escritor inquieto, que el paso del tiempo convertiría en una excelente referencia de la literatura española de posguerra.

El coral y las aguas, para mucha gente el inicio literario de Zúñiga, constituyó una especie de fábula novelada en el espacio temporal de la Grecia clásica. El propio autor reconocía en una entrevista de 2003 que la novela se puso a la venta el año 1962 en edición de Seix-Barral, pero el escritor madrileño trataba de comprender, más que analizar la realidad social de aquella década, situando los hechos narrados en un tiempo lejano. Lontanaza que se apreciaba también en el título por aquello de coral como organismo resistente a los embates del mar. 

Los tiempos no estaban para opacidades y metáforas, pues el realismo social en la novela era lo que se imponía a comienzos de la década de 1960, por lo cual El coral y las aguas, según su autor:  "no fue entendido y creo que hasta se recibió con recelo". Juan Eduardo Zúñiga se colocaba pacientemente como original y sorprendente creador sustentado en una estética basada en la eterna lucha por salir adelante en un territorio poco dado a las oportunidades. El discreto apartamiento de los usos literarios en boga resaltaron el excelente trabajo literario del escritor madrileño, sin duda uno de los más singulares narradores de la segunda mitad del siglo XX, quien a partir de 1980 volvió con fuerza a crear esos mundos cargados de belleza. Lugares unas veces atractivos, otras inquietantes, tanto si están ubicados en la ciudad de Madrid de la guerra civil o la posguerra, o en el universo de la literatura rusa.


Fotografía de J.E. Zúñiga en la revista © Epicuro