miércoles, 3 de abril de 2019

Las cien primaveras de Juan Eduardo Zúñiga 


La reedición de los dos primeros libros de narrativa de Juan Eduardo Zúñiga (1919, Madrid) coinciden con el centenario de nacimiento del escritor madrileño. Se trata de los títulos Inútiles totales (1951) y El coral y las aguas (1962), que aparecen en volumen de la editorial Cátedra en su colección de clásicos del siglo
XX, libros cuyo escaso éxito obligaron a su autor a la retirada y prolongado asentamiento del autor en el ámbito de la traducción de textos literarios, principalmente portugueses y de lenguas eslavas, lo cual no le impidió el mantenimiento de su vocación de escritor que le servía para guardar lo que consideraba interesante para darlo a conocer en publicaciones periódicas, pues hasta 1977 no aparecería su siguiente libro, el ensayo titulado Los imposibles afectos de Iván Turguéniev (Editoria Nacional, 1977- recuperado 19 años después como  las inciertas pasiones de Iván Turguéniev, en Alfaguara.

Inútiles totales, obra descatalogada desde 1951, tuvo su origen a finales de la década anterior cuando Zúñiga se reunía con varios amigos en el Café Lisboa de la madrileña Puerta del Sol, lugar de encuentro, tertulia y lectura de escritos de jóvenes aspirantes a escritores, entre los que se encontraban Francisco García Pavón, Arturo del Hoyo, Jose Corrales Egea, Buero Vallejo y el propio Zuñiga, quienes acordaron publicar por su cuenta aquellos relatos. La obra de Zúñiga salió de la imprenta de los Talleres Gráficos de Fernando Martínez de Madrid en 1951 con el título Inútiles totales. Con una viñeta del autor, en principio aspirante a pintor pues pasó por Bellas Artes y cultivó el dibujo, Zúñiga centra su estreno literario en el periplo de dos jóvenes dentro de un Madrid cercado y destruido por la guerra civil. Son personajes anónimos como los miles que sobreviven en un paisaje de destrucción como preludio de un futuro nada complaciente con quienes merodean por sus ruinas. Son gentes alejadas de la supuesta épica guerrera y la mitología bélica, cuyas hazañas están orientadas más a la supervivencia que al encontronazo con el enemigo.


La crítica detectó en las 62 páginas de dicho estreno narrativo ecos del 98, sobre todo barojianos, por las realidades expuestas en la corta novela que a pesar de su realismo ya apunta maneras de un escritor inquieto, que el paso del tiempo convertiría en una excelente referencia de la literatura española de posguerra.

El coral y las aguas, para mucha gente el inicio literario de Zúñiga, constituyó una especie de fábula novelada en el espacio temporal de la Grecia clásica. El propio autor reconocía en una entrevista de 2003 que la novela se puso a la venta el año 1962 en edición de Seix-Barral, pero el escritor madrileño trataba de comprender, más que analizar la realidad social de aquella década, situando los hechos narrados en un tiempo lejano. Lontanaza que se apreciaba también en el título por aquello de coral como organismo resistente a los embates del mar. 

Los tiempos no estaban para opacidades y metáforas, pues el realismo social en la novela era lo que se imponía a comienzos de la década de 1960, por lo cual El coral y las aguas, según su autor:  "no fue entendido y creo que hasta se recibió con recelo". Juan Eduardo Zúñiga se colocaba pacientemente como original y sorprendente creador sustentado en una estética basada en la eterna lucha por salir adelante en un territorio poco dado a las oportunidades. El discreto apartamiento de los usos literarios en boga resaltaron el excelente trabajo literario del escritor madrileño, sin duda uno de los más singulares narradores de la segunda mitad del siglo XX, quien a partir de 1980 volvió con fuerza a crear esos mundos cargados de belleza. Lugares unas veces atractivos, otras inquietantes, tanto si están ubicados en la ciudad de Madrid de la guerra civil o la posguerra, o en el universo de la literatura rusa.


Fotografía de J.E. Zúñiga en la revista © Epicuro

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