viernes, 21 de diciembre de 2018


Pájaros a punto de volar, Patricia Highsmith

La publicación, bajo el título de Pájaros a punto de volar, de los primeros escritos literarios de Patricia Highsmith, en concreto los relacionados con el periodo de tiempo entre 1938 y 1949 -la autora estadounidense había nacido en 1921, constituyó un evento importante en el ámbito de la letras en general y una excelente noticia para todos los aficionados al arte narrativo de la texana fallecida en 1995.



La recuperación de los relatos hasta entonces inéditos en un buen número de ellos se hizo de acuerdo con el material donado por Highsmith a los Archivos Literarios Suizos de Berna. Y una de las novedades en lo tocante con el contenido de Pájaros a punto de volar, título en la edición española realizada por la Editorial Anagrama, en 2002, para la colección Panorama de narrativas, estuvo relacionada con los argumentos de la antaño novel escritora, quien se centraba más en comportamientos generales de personajes en su día a día y en sus circunstancias. 

La escritor ya apuntaba talento en cuanto a narrativa psicológica alejada en aquella época juvenil del territorio del suspense o del crimen. No obstante en los 14 cuentos se percibe el lenguaje directo, contundente, que conduce a las zonas más escondidas y morbosas de la mente humana. Títulos como Incierto tesoro, La Inmaculada Concepción, Un gran castillo de naipes, Llamada para Louisa o Un hombre muy agradable, invitan al conocimiento de los primeros mimbres que dieron cuerpo al amplio corpus narrativo de Highmist, un mundo muy personal en el que el espanto a menudo se impone sobre lo supuestamente natural de lo cotidiano.

No es extraño, como se recoge en la contraportada de Pájaros a punto de volar, que Graham Greene, admirador de Highsmith, dijera: "Una escritora  que ha creado un mundo propio, un mundo excesivamente cerrado, irracional, en el que entramos cada vez casi a la fuerza, con la sensación de estar corriendo personalmente un peligro, conscientes de acercarnos a placeres crueles".


miércoles, 19 de diciembre de 2018





Relatos y Memorias trucadas de Michi Panero

Joaquín Araújo recordaba en 2004 que Michi Panero escribía clandestinamente y, por diferenciarse de sus hermanos, prefería la narrativa. De aquel material, Araújo guardó cinco relatos que le gustaron. En 2017 se publicaban en un mismo libro: Funerales vikingos, Cuentos, artículos y textos dispersos, de Michi Panero, y El desconcierto. Memorias trucadas, por Javier Mendoza, editado por Narrativa Bartleby.

El primer título recupera la escondida faceta literaria del más pequeño de los hermanos Panero, hoy todos fallecidos, quien fue escondiendo lo mejor se sí mismo en carpetas. Entre 1962 y 1971, los cuentos están firmados bajo el seudónimo José Blanc, y llevan los títulos: Misterio en el hundimiento de los transatlánticos, La tumba de Adolfo Hitler, El asombroso de los aventureros, Gamar, La tumba de Virgilio, Las cenizas del cuáquero, Pequeño Lulú, Satán nunca duerme y También Dios mandaba en Normandía, material que se completa con artículos y textos recuperados que nunca se habían publicado en libro.

El humor es la característica principal de dichos textos, en los que también se percibe delicadeza, sobre los aciagos días de MIchi en su corta, pero no anónima vida en la que lo literario se confabuló con los neones de las noches de vino y rosas. 

En cuanto a las Memorias trucadas, es mejor leer su comienzo que cuenta Javier Mendoza: "Conocí a Michi Panero el 19 de junio de 1988, sé cual es la fecha exacta porque figura en la dedicatoria del libro que me regaló aquella tarde, Curiosamente, yo había oído por primera vez su nombre apenas unos días antes. Fue durante una de las cenas a las que mi padre me llevaba con sus amigotes. Uno de ellos dijo de pronto: "¡sabéis que Michi Panero ha amenazado con escribir sus memorias?". Se hizo una especie de silencio incómodo en la mesa y as mí me llamó la atención la sonoridad de su nombre, Michi Panero. Como si lanzaras una piedra y cayera una lata. Alguien comentó, zanjando el asunto, "bueno, lo más probable es que no se acuerde de nada".

Aventura, de Jack London

Jack London (1876 - 1916) fue soberbio meteoro antes que planeta dormido, según su vaticinio, lo cual constituye uno de los principales elementos para reconocer esa característica convierte sin duda al escritor californiano en notable generador de narrativa de aventuras, género, entre otros, que desarrolló con eficiencia durante su corta vida. 

De las variadas peripecias protagonizadas por London aparecieron en papel impreso crónicas, relatos y novelas como Aventura, publicada cinco años de su muerte, pero iniciada a bordo de su barco Snark, en tiempos de fama internacional del autor estadounidense.

Considerada inusual dentro de su producción, Aventura, ambientada en las Islas Salomón, resulta autobiográfica pero alejándose del melodrama de otras obras viajeras, se acerca a al enfrentamiento de su protagonista contra adversidades varias en una plantación de cocos. En ella, David Sheldon ejerce de jefe supremo sin ningún tipo de miramientos hacia los trabajadores de otra raza y sexo, personalidad que dice mucho del racismo característico de los colonialistas de finales del siglo XIX.

En contraposición, la entrada en escena de Joan Lackland supone cierto cambio en la mentalidad del protagonista, metido en el dilema del propio autor sobre una raza superior y otros seres en teoría inferiores, que también se apuntan en Aventura, teñido de un borroso romanticismo -comedia- que se impone a otros dilemas fineseculares que el autor tocó desde su perspectiva de hombre involucrado con causas diversas y muy viajado que escribió una novela muy de tiempo con sus brillos y con sus sombras.