lunes, 7 de octubre de 2013

Los últimos centauros de la praderas

Cormac McCarthy (Rhode Island, 1933) ganó en 1992 el prestigioso premio literario National Book Award, de Estados Unidos, por la novela Todos los hermosos caballos, primera obra de la denominada Trílogia de la frontera, que se completa con En la frontera y Ciudades en la llanura. Cuando recibió el galardón era un escritor desconocido que llegó a la edición de sus libros a una edad bastante madura. A partir de entonces comenzaba, como suele pasar en los casos de impacto literario, la otra vida del nuevo autor, de quien se llegó a decir que en su juventud era el típico nómada más emparentado con el universo del vagabundeo que con el ámbito literario. 



Suposiciones aparte, tejidas por los medios de comunicación, cuando se quiere adornar un nuevo producto o personaje, Cormac McCarthy es sin duda un gran narrador norteamericano que editaba desde la década veía como sus libros iban saliendo poco a poco desde la segunda mitad de la década de 1960. Con estilo preciso y directo, McCarthy engarza con una ficción convincente, en la que los personajes son tan de carne y de hueso que dejan a la altura de marionetas a los que trasmite el cine cuando se pone en plan épico en ambientaciones relacionadas con Oeste estadounidense.


Cormac McCarthy sitúa la acción de su trilogía en territorios de Texas y de México, lugares en los que lejos de los enfrentamientos por asuntos de frontera, centra la trama en la vida de personajes muy jóvenes, acostumbrados desde pequeños a convivir con la dureza del entorno y la amenaza de la muerte. La primera entrega de la trilogía: Todos los hermosos caballos constituye un bello canto a la amistad, el amor, a la entrega, a la solidaridad y a la naturaleza todavía preservada de la rapiña humana. Sin embargo, en contraposición a lo anterior, el protagonista de esta primera novela, John Grady, a sus 16 años, tiene que sacar la castañas del fuego sin ayudas y enfrentarse en solitario contra un mundo también violento e implacable con los débiles, a los que la muerte ronda a menudo, hasta conseguir alguna presa. Los personajes se alejan del estereotipo de héroes para convertirse sencillamente en supervivientes de un mundo en cambio. La acción está situada en el año 1949, momento en que el Far West es una estampa de color sepia o una película a todo color.


En la segunda novela, En la frontera, Cormac McCarty centra la acción en una época precedente a la del primer libro (Todos los hermosos caballos). En esta obra, también dos adolescentes protagonizan la entrada en el mundo adulto, en un ambiente poco contaminado por las leyes y el progreso. Billy Parham es otro superviviente en un territorio donde los valores son otros a los aprendidos en la madre naturaleza. La trilogía se cierra con la obra titulada Ciudades en la llanura, ambientada en 1952, y otra vez con personajes conocidos como John Grady y Bill Parham, que se juntan en esas tierras agrestes para deambular con sus caballos por un territorio que ya no es suyo, y del que esperan poco.

La Trilogía de la frontera, además de su acierto en descripciones de vaqueros, caballos, trabajadores mexicanos y un mundo alejado de los centros de poder, recoge un estilo literario atractivo por su sencillez, a veces salpicado de frases en español, que acercan a un final amargo, pero que los modernos centauros de las novelas citadas esperan sin miedo y sin más compañía de la de sus hermosos caballos.





Un niño de la mano
No hay nadie que nos diga de lo que podría haber sido. Lloramos por lo que pudo ser, pero lo que pudo ser no existe. Nunca existió. Se considera cierto que quienes no conocen la historia están condenados a repetirla. Yo no creo que su conocimiento pueda salvarnos. Lo constante en la historia es la codicia, la necedad y una avidez de sangre que incluso Dios (que sabe todo cuanto puede saberse) para impotente para cambiar". Con esta contundente frase, una de las protagonistas femeninas de Todos los hermosos caballos intenta explicar su visión de la vida a un todavía ingenuo adolescente John Grady, a pesar de que éste ha vivido el infierno de la cárcel y tiene en su haber la muerte de un hombre en defensa propia. 
Los pasajes de la trilogía sirven para demostrar que las novelas que la conforman se alejan bastante de las tópicas historias del Oeste y se acercan por ejemplo, salvando  las distancias, a las viejas baladas de cowboys.
Cormac McCarthy es comparado con William Faulkner, quien como buen sureño, supo crear su mundo literario bajo la apariencia de personajes reales como la vida misma. Pero el escritor de Rhode Island con un estilo profundo, cuando sus personajes dialogan, da cuerpo a un espacio en el que los héroes no tienen sentido. Muchos fueron los escritores estadounidenses que se adentraron en la literatura relacionada con el Oeste: Bret Harte, Stephen Crane, Mark Twain, Jack Londo, O'Henry y Paul Hogan, entre otros, fueron creadores de primera que supieron narrar cosas de hombres y mujeres, fueran hombre o mujeres, colonos, soldados o indígenas, en un mundo hostil, pero esas son otras historias. El autor de la Trilogía de la frontera resulta más creíble, como su dedicatoria al final de dicha obra: "Seré el niño que de la mano lleves/Y tú serás yo cuando sea viejo".