martes, 4 de marzo de 2014

Barco sin luces

Luis V. Fernández Pimentel (1895-1958) es uno de los poetas gallegos que a pesar de su escasa obra llamó la atención de lectores y estudiosos como Dámaso Alonso, quien escribió sobre el lugués: “Por la ciudad, pequeña y fácil, sólo asustada de tan fácil, va y viene un hombre joven, alto, cenceño. Es un médico: va y viene a su trabajo. Dios lo ha puesto junto al dolor. Le puso mucho dolor y mucho susto en el alma, el miedo más humano del que a cada instante se despierta entre maravillas; pero además, es un médico; diariamente tiene en sus manos el dolor físico de los otros, como un pájaro palpitante. El alma le ha llenado de paisaje gallego y de nostalgia, de dolor y de ensueño. Profundas realidades le van cayendo en el alma”.




Luis Pimentel moría inesperadamente en su casa de Lugo, hace algo más de medio siglo. Hasta entonces, finales de la década de 1950, no se habían publicado libros de su autoría, aunque su inquietud artística, que compaginó con la profesión de médico, le llevó a participar desde la década de 1920 en los actos de carácter cultural y tertulias de todo tipo que se desarrollaban en la ciudad que le vio nacer y morir. Entre sus colaboraciones destacan las realizadas para la revista Ronsel, punto de encuentro de las vanguardias artísticas que calaron hondo en toda Europa en los años posteriores a la I Guerra Mundial.

La influencia de la denominada generación del 27 sobre la poética de Luís Pimentel fue notoria. En este sentido, Barco sin luces, la obra que aquí recuerdo tiene algo de juanramoniana, pero en ella late lo humano, una cotidianidad dura, vivida por el observador solitario que pasea sus penas por la ciudad provinciana, refugio de su alma en pena por un mundo condenado a la sinrazón. Todo eso aparece en Barco sin luces, cuyos poemas Pimentel leyó en alguna ocasión a los amigos y conocidos que compartían con él tertulia en su ciudad natal: Lugo, pequeña capital  de provincia recogida tras sus murallas de origen romano.

Libro póstumo aparecido por primera vez en el año 1960, prologado por Dámaso Alonso, Barco sin luces navega dejando su clara estela para llevarnos, como dijo el gran filólogo y también poeta madrileño, “allá donde se abre en playas la ternura, donde los miedos se adelgazan sin llama, junto al presentimiento en sus aljibes, donde el dolor se ahonda en silencio y el mundo es ya silencio, allí donde la sensibilidad ya es música o perfume. Allí es el reino extraño y original de Luís Pimentel."

La poetisa y ensayista literaria Luz Pozo Garza, por su parte, entiende que "la poesía pimentaliana, no sólo la que se integra en Barco sin luces, se deja analizar dentro de la línea simbolista, que constituye su código estético dominante. También hay secuencias, trozos de valor referencial en un lenguaje discursivo; se advierte sobre todo en ciertos textos donde la referencia exterior sirve de apoyatura básica, o donde los acontecimientos objetivos alcanzan dimensiones excepcionales."

Las pruebas de libro para su publicación en versión gallega de Barco sin luces desaparecieron de la imprenta de Nós en Santiago de Compostela durante el verano de 1936. Otras obras líricas de Luís Pimentel son Triscos (1950), Sombra do aire na herba (1959) y Obra inédita o no recopilada (1980). En 1990 se le dedicó el Día das Letras Galegas.



Un mendigo en el quirófano

Se va sumiendo la carretera en tus ojos. Horas encendidas de grava viven aún en tu humilde reloj de níquel… Los ángeles azules del telégrafo dieron sus alas para tus pobres zapatos. Rezan por ti de rodillas los marcos de los kilómetros. En la camilla, está tibio de paisaje tu cayado; y sobre el quirófano ha caído una lluvia de campanas y pájaros. Níquel y cristal se han inundado de campo.

de Barco sin luces

No hay comentarios:

Publicar un comentario