martes, 7 de mayo de 2013


 Vicente  Blasco Ibáñez


Desde mi adolescencia, por encima de modos y modas, periódicamente vuelvo a la escritura de Vicente Blasco Ibáñez (Valencia, 1867 - Menton-Costa Azul francesa -, 1928). a quien leí por primera vez en la inolvidable edición de sus obras completas llevadas a cabo por Aguilar, unos gruesos tomos, tres en total, de tapas de piel y letras doradas en las mismas.

Desde entonces, a mi manera, clasifiqué sus libros según el contenido de los mismos. Unos naturalistas ambientados en su región de origen tanto en lo urbano, Arroz y tartana, como en lo rural, Cañas y barro. Sin duda, junto con La Barraca forman la trilogía más acertada del autor. Otras obras son las de temática social, La catedral, con la consiguiente carga contra el clero y la jerarquía eclesiástica, lo cual no dejaba duda de las ideas del escritor valenciano, escorado al republicanismo combativo y vehemente opositor a la monarquía.

En su haber literario, hay además novelas de aproximación histórica, tan de moda en la actualidad y también en aquel año de 1901, cuando se publicó Sónnica la cortesana, que tienen como fondo Sagunto y su destrucción por los cartagineses.

Especializado en los tiempos largos, Blasco Ibáñez también abordó el relato corto, Cuentos valencianos, es el título de los mejores del ilustre masón, republicano, millonario, preso, conspirador, empresario, periodista, que, a pesar, de ser rechazado por los escritores más intelectuales de su generación y de las siguientes, en especial de los denominados del 98, fue de los pocos que vivió del trabajo de escribir. No le pudieron perdonar, los más resentidos, el éxito por las ventas de sus libros y adaptaciones de sus novelas al cine de Hollywood. Pero además de moverse como pez en el agua dentro del periodismo de su época, incluida su presencia como corresponsal en las trincheras de la I Guerra Mundial, Blasco Ibáñez fue investido doctor honoris causa por la universidad de la capital de Estados Unidos. 

La envidia es mala consejera, sin embargo, ese defecto, tan abundante entre los ibéricos, no impidió que Blasco Ibáñez, aunque furibundo republicano, fuese uno de los autores más leídos durante el franquismo, incluso alguna obra suya estuvo prohibida mucho antes de ese infame periodo de tiempo, pero no por ello desaparecida como La araña negra. 

Desde aquí reivindico al escritor para que se recuperen libros que ilustran esta pequeña aproximación a la obra del universal valenciano, considerado tosco por unos y disparatado por otros. En mi caso, llegué al final de esas obras de tapas coloreadas con coloridoss sorollescos.

.De acuerdo, no son todas las que están, se pueden añadir las de ambientación cosmopolita, viajes y sobre la guerra, pero es mejor ir poco a poco adentrándose en los libros de Blasco Ibáñez.


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