Historias ilustradas
La lectura era una de las importantes vías de escape de la sufrida población española de la década de 1950, pero los nuevos literatos, la mayoría universitarios, con dotes para la narración social y existencialista, no alcanzaron el éxito de otros géneros de masas: historieta, novela rosa, oeste y aventuras. El popular tebeo, con el tiempo cómic, vivía su mejor momento con la potente y estajanovista editorial Bruguera -que se lo pregunten a los escritores y dibujantes que allí trabajaron-, que editaba las cabeceras Pulgarcito, Tiovivo, DDT, Can Can,Sissi, El Capitán Trueno y El Jabato, de las que saldrán duraderos personajes y hasta una jerga utilizada a menudo debido a la imaginación de dibujantes y guionistas.
Sin embargo, incluso antes de que hiciesen su aparición personajes que llevarían al éxito a las citadas publicaciones y referidos héroes hispanos, Bruguera no dudaba que la letra con imagen mejor entra. Quizás sobre esa frase, pero con la vista puesta en un territorio poco explotado, la editorial catalana puso a la venta en 1955 la Colección Historias, es decir obras abiertas más bien a un público joven, sin descartar otras edades, que combinaban el texto, eso sí en muchos casos convenientemente retocado y reducido, con imágenes típicas de tebeo, perdón cómic. En eso consistía el experimento que funcionó durante décadas hasta el punto de que hubo en diferentes etapas rediseño las portadas.
El dibujante Bosh Penalva se convirtió en referente de las primorosas y coloreadas portadas de las Historias de Bruguera, pero en el interior también aparecían las firmas de indudables artistas, entre otros, por ejemplo, Ambrós, cuya impronta se puede apreciar en el volumen de Los tres mosqueteros, donde el mejor dibujante del Capitán Trueno realiza un excelente trabajo. La televisión tardaría un año en comenzar a funcionar (1956) y a competir fuerte con la entrada de aquel ministro llamado Manuel Fraga Iribarne. De momento, el terreno para la invasión de los libros ilustrados estaba despejado.
Los principales aliados de los libros con ilustraciones, 250 al principio, eran autores clásicos convenientemente reconvertidos como Dickens, Twain, Stevenson, Scott,Verne, Cervantes, D'Amicis o Melville, así como otros u otras en teoría más folletinescos, casos de Louise May Alcott, Marcel D'Isard o el cardenal Wiseman. No olvidemos que los cambios de rumbo del franquismo eran evidentes pero el nacional catolicismo aún funcionaba muy a pesar del expectante e infiltrado Opus Dei. El caso fue que la gente leía en un país donde no se leía, aún hoy sigue la misma cantinela o cantilena, que da lo mismo que lo mismo da, y eso dio sin embargo folgos a los jerifaltes de Bruguera para diversificar sus productos, los cuales, sobre todo en el ámbito del cómic se convirtieron en ejemplares aunque la misma ejemplaridad no acompañase en las condiciones laborales de los creadores.
Las historias ilustradas aquí comentadas por este que fue lector de ellas motivaron otros proyectos dentro del mismo formato como la serie específica para niños y niñas Heidi, en clara alusión al personaje de Johanna Spyri, que ya había sido suficientemente divulgado en la Colección Historias. El otro buque insignia de libros ilustrados consistió, a rebuzo del salto cualitativo dado por la Televisión Española cuando sólo tenía un canal en blanco y negro, en el lanzamiento de títulos de acuerdo con personajes y teleseries: Bronco, Bonanza y Rin Tin Tin,. Los mayores de cincuenta años saben bien de quién se está hablando, aunque otros los sitúen en la Alta Edad Media por lo menos.
Más la expansión de la marca Bruguera no se limitó al formato antes mencionado. Los directivos de la empresa tenían buen ojo y ya sabían que el futuro estaba en Europa y Estados Unidos. De esos países copiaron fórmulas de cultura de masas que aplicaron con acierto en la España del desarrollismo. En ese sentido se pueden mencionar Joyas Literarias Juveniles, Famosas Palma de Oro o Historias Famosas. Eso en el terreno de la ilustración, porque Bruguera sabía diversificar su producción. Para esto es mejor acudir a estudios amplios y rigurosos que existen en el ámbito editorial, incluso en internet hay decenas de blogs que cumplen excelentemente su labor de divulgación de una parte de la cultura popular que ya es historia.
La lectura era una de las importantes vías de escape de la sufrida población española de la década de 1950, pero los nuevos literatos, la mayoría universitarios, con dotes para la narración social y existencialista, no alcanzaron el éxito de otros géneros de masas: historieta, novela rosa, oeste y aventuras. El popular tebeo, con el tiempo cómic, vivía su mejor momento con la potente y estajanovista editorial Bruguera -que se lo pregunten a los escritores y dibujantes que allí trabajaron-, que editaba las cabeceras Pulgarcito, Tiovivo, DDT, Can Can,Sissi, El Capitán Trueno y El Jabato, de las que saldrán duraderos personajes y hasta una jerga utilizada a menudo debido a la imaginación de dibujantes y guionistas.
Sin embargo, incluso antes de que hiciesen su aparición personajes que llevarían al éxito a las citadas publicaciones y referidos héroes hispanos, Bruguera no dudaba que la letra con imagen mejor entra. Quizás sobre esa frase, pero con la vista puesta en un territorio poco explotado, la editorial catalana puso a la venta en 1955 la Colección Historias, es decir obras abiertas más bien a un público joven, sin descartar otras edades, que combinaban el texto, eso sí en muchos casos convenientemente retocado y reducido, con imágenes típicas de tebeo, perdón cómic. En eso consistía el experimento que funcionó durante décadas hasta el punto de que hubo en diferentes etapas rediseño las portadas.
El dibujante Bosh Penalva se convirtió en referente de las primorosas y coloreadas portadas de las Historias de Bruguera, pero en el interior también aparecían las firmas de indudables artistas, entre otros, por ejemplo, Ambrós, cuya impronta se puede apreciar en el volumen de Los tres mosqueteros, donde el mejor dibujante del Capitán Trueno realiza un excelente trabajo. La televisión tardaría un año en comenzar a funcionar (1956) y a competir fuerte con la entrada de aquel ministro llamado Manuel Fraga Iribarne. De momento, el terreno para la invasión de los libros ilustrados estaba despejado.
Los principales aliados de los libros con ilustraciones, 250 al principio, eran autores clásicos convenientemente reconvertidos como Dickens, Twain, Stevenson, Scott,Verne, Cervantes, D'Amicis o Melville, así como otros u otras en teoría más folletinescos, casos de Louise May Alcott, Marcel D'Isard o el cardenal Wiseman. No olvidemos que los cambios de rumbo del franquismo eran evidentes pero el nacional catolicismo aún funcionaba muy a pesar del expectante e infiltrado Opus Dei. El caso fue que la gente leía en un país donde no se leía, aún hoy sigue la misma cantinela o cantilena, que da lo mismo que lo mismo da, y eso dio sin embargo folgos a los jerifaltes de Bruguera para diversificar sus productos, los cuales, sobre todo en el ámbito del cómic se convirtieron en ejemplares aunque la misma ejemplaridad no acompañase en las condiciones laborales de los creadores.
Las historias ilustradas aquí comentadas por este que fue lector de ellas motivaron otros proyectos dentro del mismo formato como la serie específica para niños y niñas Heidi, en clara alusión al personaje de Johanna Spyri, que ya había sido suficientemente divulgado en la Colección Historias. El otro buque insignia de libros ilustrados consistió, a rebuzo del salto cualitativo dado por la Televisión Española cuando sólo tenía un canal en blanco y negro, en el lanzamiento de títulos de acuerdo con personajes y teleseries: Bronco, Bonanza y Rin Tin Tin,. Los mayores de cincuenta años saben bien de quién se está hablando, aunque otros los sitúen en la Alta Edad Media por lo menos.
Más la expansión de la marca Bruguera no se limitó al formato antes mencionado. Los directivos de la empresa tenían buen ojo y ya sabían que el futuro estaba en Europa y Estados Unidos. De esos países copiaron fórmulas de cultura de masas que aplicaron con acierto en la España del desarrollismo. En ese sentido se pueden mencionar Joyas Literarias Juveniles, Famosas Palma de Oro o Historias Famosas. Eso en el terreno de la ilustración, porque Bruguera sabía diversificar su producción. Para esto es mejor acudir a estudios amplios y rigurosos que existen en el ámbito editorial, incluso en internet hay decenas de blogs que cumplen excelentemente su labor de divulgación de una parte de la cultura popular que ya es historia.
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