sábado, 20 de julio de 2013

Esa visible oscuridad

William Styron (1925-2006) ha dejado varias novelas que le convierten en uno de los principales escritores de la literatura estadounidense de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, en esta ocasión la obra aquí reseñada aparece dentro de un género que se puede decir que no fue muy transitado por el que fuera Premio Pulitzer de 1968. Se trata de Esa invisible oscuridad, subtitulada Memoria de la locura, acorde con una dramática experiencia del autor, utilizada en principio como conferencia en un simposio sobre problemas psiquiátricos, que en el caso de Styron se centraba en la depresión que sufrió a partir de 1985 y le obligó a internarse en un hospital para hacer frente a tanto sufrimiento.

Al final del libro, después de un interesante repaso por almas y cuerpos torturados por el mismo sufrimiento, principalmente de los de personas del ámbito artístico: escritores, cineastas y pintores, el autor recoge a modo de ejemplo los acertados versos de quien como él entró en el territorio de la depresión, Dante Alighieri, que dejó escrito en su obra más conocida, es decir en la Divina Comedia: A mitad del camino de la vida/ Vine a encontrarme en una selva oscura,/ Con la derecha senda ya perdida. 

El primer aviso de comienzo de su caminar hacia el encuentro no deseado de esa visible oscuridad se produjo en el caso de Styron en el año 1985, en París, ciudad en la que vivió una temporada durante sus comienzos de escritor, conocido entonces en su país de origen como una de las más firmes promesas de la narrativa estadounidense, lo cual llegaría producirse mucho antes de ser alcanzado de lleno por la enfermedad. Hay que recordar que, tras la publicación de Tendidos en la oscuridad (1951), hubo, entre otras importantes obras, La larga marcha (1952), Esta casa en llamas (1960), Las confesiones de Nat Turner (1968) y La decisión de Sophie (1980). 

Fue tras la publicación de La decisión de Sophie, llevada al cine con éxito, cuando Styron comenzó a sentirse acosado por trastornos psiquiátricos que incluso le llevaron a pensar en el suicidio, por eso no es extraña la comprensión recogida en sus páginas de aquellas personas que tras fracasar en su abordaje del sufrimiento decidieron quitarse la vida.

 El escritor salió al final de ese oscuro túnel llamado depresión, en otros tiempos melancolía, que afecta a todo tipo de personas. Sobre su explicación a los pacientes no hay una descripción exacta sobre el mal, sobre su origen. Todo se limita al ataque de los síntomas. La ciencia ha dado una explicación al hecho de por qué unas personas sucumben ante la enfermedad y otras resisten y logran salir.

Al final de Esa visible oscuridad, Styron vuelve a utilizar los versos de Dante para recordar que después de haber soportado la desesperación más allá de la desesperación "otra vez contemplamos las estrellas". Según el escritor de Virginia, para los que han morado en la selva oscura de la depresión y conocido su indescriptible agonía, su retorno del abismo no es diferente al ascenso del poeta, subiendo penosamente más y más hasta salir de las negras profundidades del infierno y emerger por fin a lo que él percibió como el claro mundo. "Allí, quien haya recobrado la salud, ha recobrado casi siempre el don de la serenidad y la alegría, y tal vez ésta sea recompensa suficiente por haber soportado la desesperación más allá de la desesperación”

William Styron a nivel literario no volvió a escribir una novela como las que antes de su enfermedad le habían dado fama; según algún conocido, el combate contra la depresión duró hasta sus últimos días, lo cual, no obstante, a pesar de su fama de solitario y defensor de su intimidad, no le impidió ayudar a personas víctimas de esa visible oscuridad tan brillantemente descrita por el escritor estadounidense.

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