miércoles, 26 de agosto de 2015

Tres  novelas de Arturo Azuela


Aunque la sombra de su abuelo Mariano, el escritor por antonomasia de la revolución mexican, fue alargada, Arturo Azuela (México, 1938 - México, 2012) dejó una dilatada obra de carácter literario que otras ocupaciones, bastantes en su vida, no le quitaron tiempo para dejar algunos libros fundamentales de la narrativa contemporánea de su país de nacimiento.  Hombre de ciencias, como dirían en mis tiempos de bachiller, aunque enseguida se especializó también en historia y filosofía, y docente en prestigiosas universidades de México, España, Estados Unidos, Escocia y Francia, en las que ocupó diferentes puestos para ganarse el sustento y alimentar su voracidad de saber, este escritor lo conocí por primera vez tras la lectura de la novela titulada y tercera en su currículum de narrador: Manifestación de silencios, editada por Seix Barral, y de la cual hablaron en un lejano programa de la 2 de TVE allá por los comienzos de la década de 1980, y de cuya visión salió mi interés por los personajes y hechos recogidos por el estilo impecable de Arturo Azuela.

Manifestación de silencios discurre en torno los acontecimientos del México de la Olimpíada y la matanza de la plaza de Tlatelolco que tanto influyeron en la generación del autor. Un antes y un después de quienes se manifestaron a favor de los cambios que no llegaron a consumar sus primeras aspiraciones.

Un tal Solomé es la novela en la que se narra la historia un tanto buñuelesca del personaje venido del campo que pierde su identidad en la gran ciudad como miles de sus semejantes que terminaron en la pobreza y la marginalidad. Después vendrían La casa de las mil vírgenes, cuarta novela de Azuela, que sirvió al autor para recrear la zona de Santa María de la Ribera, lugar en el que se entrecruzan historias viejas y nuevas. Y de esas tres novelas citadas surgió el interés por la literatura de Arturo Azuela, del cual continúe leyendo en sucesivas etapas: El tamaño del infierno, Estuche para dos violines, El matemático y Alameda de Santa María, obras a las que añadí posteriormente el ensayo Desde Xaulín. Historia de la ruta de Goya.

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