martes, 3 de mayo de 2016

Sábado, mediodía


Baja el autobús por la rampa de entrada a la estación de Ourense situada en el barrio de O Pino. Salgo por la puerta del medio del vehículo de viajeros. A mi izquierda, el cuarto de baño público. Allí voy, de allí salgo a los tres minutos. 

Tras la subida de la escalera hacia el vestíbulo de la terminal, mochila al hombro, me encamino al puesto de venta de prensa. Entro en el establecimiento. Saludo al vendedor. Contesta educadamente a mis palabras. 

Veo sobre las estanterías los diarios de este sábado casi primaveral, soleado, pero ventoso. Las verdes hojas de los árboles, las hierbas  y las plantas se agitan fuera de la estación. Lo puedo apreciar desde la ventana a la que me aproximo para ver los periódicos. Busco alguna novedad informativa.

Ahí están las principales cabeceras con sus primeras casi todas iguales. Solo las distinguen sus manchetas y los colores característicos que le dan solera, prestigio o rechazo. Indiferencia en mi caso. Ya no pertenezco a ese mundo de noticias reveladoras, de exclusivas impactantes, de reiteraciones, de perogrulladas, de publicidades encubiertas.

Sigo caminando por el establecimiento, y atrás dejo titulares repetidos, colores y fotografías de La Voz de Galicia, El Faro de Vigo, El País, El Mundo, el ABC. La Región se agotó, está vendida. Son las 12.35 horas.

Cojo la revista de crucigramas, pago, me despido y salgo con la certidumbre de una compra acertada, aunque digan que los días del papel y de la escritura están contados.


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