martes, 19 de enero de 2016

IV Centenario de Miguel de Cervantes (1547 - 1616)  



LA LITERATURA PASTORIL Y CERVANTES: EL CASO DE LA GALATEA

Francisco López Estrada

La Galatea, primer libro de Cervantes

Quise que mi participación en esta ronda de estudios cervantinos fuese un
ejercicio de inteligencia poética, establecido con un propósito de síntesis. Se
me ocurrió llamarla «atalaya pastoril sobre Cervantes", en tanto que establece
en su autor un compromiso de por vida con un género literario. Lo hago
sobre la base de una larga experiencia de lector y crítico de La Cnllatea, que
en 1948 fue objeto de mi estudio en la Universidad canaria de La Laguna
de Tenerife. 1 Son cuarenta años de amor intelectual con la dama cervantina,
y es hora de que diga algo así como una síntesis de estas relaciones: yo he
envejecido, y ella sigue tan pimpante y recibiendo el homenaje de los estudioSOS.
2 Hace cuarenta años parecía tiempo perdido ocuparse de la literatura
pastoril, pero me siento pagado de mis desvelos cuando veo que la crítica
actual cuenta con los factores activos que en la creación literaria de Cervantes
proceden de esta especie literaria. Sin embargo, esto ocurre aún en el círculo
limitado de la crítica activa, que no ceja en planteamientos renovadores
para ajustar cada vez más la inteligencia poética de obras, como son las pastoriles.
que no figuran entre las lecturas del público de nuestra época. Parece
que, en lo que se lee hoy de Cervantes, las obras pastoriles son la última frontera,
la más alejada del tiempo actual, y que lo que cuenta es, como siempre,
el Quijote en primer lugar. los entremeses, las Novelas ejemplares. las comedias,
y aún, con andadores, el Persiles, y circunstancialmente, las poesías. Sin
embargo, ahí está nuestra función: atraer la curiosidad sobre La Ca/atea y,
consecuentemente, sobre los diversos aspectos de la obra de Cervantes relacionables
con la literatura pastoril, en la gran variedad que presentaba en
los Siglos de Oro; y esto no sólo por un afán erudito, sino para entender qué
pudieran haber sido los libros de pastores en la sociedad y en la vida de la
época. Y la primera afirmación irrebatible es que la literatura pastoril fue
para los autores, lectores y oyentes en la segunda mitad del siglo XVI una realidad
poética, tan activa y vivificadora como cualquier otro aspecto de la literatura
de la época. Los escritores de entonces la consideraron como una materia
literaria -argumentos, personajes y formas de expresión- con la que
habían de contar con oportunidad y diligencia en la ocasión conveniente. Y
Cervantes, cuando se propone ser un escritor en la nómina de la época, recibe
y percibe esta exigencia de la realidad que le envuelve de manera inexorable,
y la utiliza para escribir la obra con la que pretendía acreditarse como escritor.
En consecuencia, sobre Cervantes se precipita el requerimiento inevitable
de las diversas formas genéricas pastoriles; él, junto con los demás, recibe
este imperativo creador como un cauce que le permite establecer la comunicación
literaria con los lectores y oyentes adecuadamente preparados para este
efecto, o sea, lo que se llama un «público». Las diversas modalidades pastoriles
abarcan un arco muy amplio de la sociedad, diversificado según los grupos
genéricos: canción popular, farsas, égloga lírica y dramática, diálogos y
libros de pastores. A veces, los críticos de la literatura nos empeñamos en
destacar la originalidad de los autores que estudiamos, y dejamos en la penumbra
este requerimiento propio del género literario que actúa, entonces como
hoy, sobre el escritor...

Para leer el texto enterohttp://cvc.cervantes.es/literatura/cervantistas/coloquios/cl_I/cl_I_13.pdf





De Galatea no se entiende que aborresciese a Elicio, ni menos que le amase; porque a veces, casi como convencida y obligada a los muchos servicios de Elicio, con algún honesto favor le subía al cielo; y otras veces, sin tener cuenta con esto, de tal manera le desdeñaba que el enamorado pastor la suerte de su estado apenas conoscía. No eran las buenas partes y virtudes de Elicio para aborrecerse, ni la hermosura, gracia y bondad de Galatea para no amarse. Por lo uno, Galatea no desechaba de todo punto a Elicio; por lo otro, Elicio no podía, ni debía, ni quería olvidar a Galatea. Parescíale a Galatea que, pues Elicio con tanto miramiento de su honra la amaba, que sería demasiada ingratitud no pagarle con algún honesto favor sus honestos pensamientos. Imaginábase Elicio que, pues Galatea no desdeñaba sus servicios, que tendrían buen suceso sus deseos. Y cuando estas imaginaciones le aviva[ba]n la esperanza, hallábase tan contento y atrevido, que mil veces quiso descubrir a Galatea lo que con tanta dificultad encubría. Pero la discreción de Galatea conoscía bien, en los movimientos del rostro, lo que Elicio en el alma traía; y tal el suyo mostraba, que al enamorado pastor se le helaban las palabras en la boca, y quedábase solamente con el gusto de aquel primer movimiento, por parescérle que a la honestidad de Galatea se le hacía agravio en tratarle de cosas que en alguna manera pudiesen tener sombra de no ser tan honestas que la misma honestidad en ella[s] se transformase.

Con estos altibajos de su vida, la pasaba el pastor tan mala que a veces tuviera por bien el mal de perderla, a trueco de no sentir el que le causaba no acabarla...






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