A rebufo y con permiso de Google recojo la imagen dedicada a Mark Twain por el 176 aniversario de su nacimiento. Ella me sirve para recordar a uno de los grandes escritores estadounidenses por boca de biógrafos y del propio escritor.
Alguno de sus biógrafos contabilizaba por lo bajo unas 800 obras, en las que prevalece la lucha a favor de la libertad y el progreso, combate que al final de su vida, llena de tragedias y algún sonado fracaso económico, se tiñó de aguda melancolía, pero quedan Tom Sawyer, Huckleberry Finn y otros personajes ficticios que dieron salida a la fina ironía del escritor sureño, uno de los máximos representantes de la literatura en lengua inglesa del siglo XIX, pero también fue mozo de recados, aprendiz de tipógrafo, periodista, soldado confederado, piloto de los barcos que recorrían el Misisipi, buscador de oro en el auténtico Oeste, aventurero, editor, negociante, viajero, conferenciante y hasta doctor honoris causa por la Universidad de Oxford.
"Hasta los doce o trece años cada año pasaba una temporada en la granja. La vida que llevaba allí con mis primos estaba lleno de encanto, y aún lo está en la memoria que tengo de ella. Puedo recordar el solemne crepúsculo y el misterio de los bosques profundos, los olores de la tierra, el suave aroma de las flores silvestres, el brillo de las hojas lavadas por la lluvia, el tamborileo de las gotas cuando el viento sacudía los árboles, el lejano martilleo de los pájaros carpinteros, y el tableteo amortiguado de los faisanes en lo más remoto del bosque".
"Fui un mediocre piloto desde Saint Louis a Nueva Orleans, y mis cualidades de este oficio no me abrumaban. El sueldo era de 250 dólares por mes y mantenimiento, y por eso sentía otra vez deseos de encontrarme detrás de la rueda del timón y abandonar para siempre el vagabundeo".
"Poco a poco me fui familiarizando con el oficio y aprendía el truco de las fuentes informativas. Por lo tanto, pude dejar en paz a mi fantasía y llenar las dos columnas sin apartarme excesivamente del dominio de la realidad".
"Durante varios años he tratado de dejar de escribir para publicar en cuanto podría permitírmelo. Por fin puedo y he guardado la pluma de escribir obras sin valor para ganar dinero. Lo que estaba deseando era una oportunidad de escribir un libro, sin reservas, un libro que no debería tener en cuenta los sentimientos de nadie, los prejuicios de nadie, las opiniones, creencias, esperanzas, ilusiones, engaños; un libro que debería expresar mi opinión, sin rodeos, en el lenguaje más corriente sin ningún tipo de restricciones. Pensaba que eso era un lujo impensable, un paraíso en la tierra. No había sino una condición bajo la cual podía ser posible la escritura de un libro así; sólo una: el saber que no vería la imprenta".
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