sábado, 10 de diciembre de 2011

Un jardín de Ferrara

La lectura de la novela El jardín de los Finzi Contini, de Giorgio Bassani (1916-2000) se produjo en mi caso después de haber visto la película del mismo título dirigida por Vittorio De Sica. En otras ocasiones fue al revés, la lectura de una novela me llevó a la sala de proyección, no con ánimo de comparar, para sentir las sensaciones que me produjo la lectura. También es verdad que, en determinados casos, dejé de leer o acudir al cine pues ya no necesitaba ninguna versión más de la obra vista o leída. 


Aunque Bassani colaboró al principio con De Sica, se produjo un desencuentro entre el cineasta y el escritor en la elaboración del film, pero, por mi parte, aunque la novela está por encima de la película, la película tampoco me desagradó. La intensidad de las 250 apretadas páginas de la novela es difícil de encajonar en una película que se basa más que nada en un mundo literario, pues El jardín de los Finzi Contini no es más que una parte de ese mundo literario que se extiende por La novela de Ferrara, donde se concentra la mejor narrativa de Bassani, un hombre polifacético que no dudó en escribir poesía, ensayo y guiones cinematográficos, entre otros géneros literarios.

Pier Paolo Pasolini no se equivocó cuando dijo que en Bassani lo importante es la lucidez con que se pone a describir el mundo según un modo propio e interior de juzgarlo, un modo absolutamente laico, claramente racional, pero basado en una fuerza emotiva original e inagotable. En El jardín de los Finzi Contini, esa emotividad cargada de un impresionante lirismo sirve para adentrar al lector en la relación de un joven judío con una adolescente de rica familia judía que vivirán los dramáticos momentos de las leyes racistas que el fascismo italiano aplicó de acuerdo con el nazismo. 




La novela remarca una época que termina y con ella muchas cosas más, pues el amor idealizado del joven narrador no llega a su culmen por culpa de la aparición de la muerte en su forma más devastadora como fueron los campos de concentración de la década de 1940. No obstante, El jardín de los Finzi Contini entra en la lista de las grandes novelas de amor del siglo XX, pero también en la reflexión sobre la caducidad de la vida.




Como bien dice el poeta Antonio Colinas, en la introducción de la obra editada por Espasa Calpe, en la colección Austral, pues algunas teorías apuntan a posibles conexiones de la novela con la biografía del autor: "Con un cierto origen real o simplemente ficticio, lo cierto es que el personaje central Micòl se abre paso entre los demás (y en las preferencias del lector) por su encanto y complejidad. Hablando de Micòl tenemos que volver a recordar el sentido de muerte que hay en este libro. Ella encarna ese sentido de perfección. La muerte, insisto, como algo natural, no morboso, que debe ser asumido. Esta idea la comparte la misma Micòl mientras contempla una barca destrozada...Ella rechaza al hombre que la ama simplemente porque el suyo es otro destino: un destino de muerte".




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