jueves, 15 de marzo de 2012

Luis Berenguer, escritor de la isla


La visita semanal a librerías y tiendas de segunda mano ha servido para reencontrarme con una novela de Luis Berenguer (1924-1979), cuya obra no se descubre de otra manera como pasa con la de la mayoría de los escritores que en teoría no son modernos. Nacido en Ferrol, pero siempre en San Fernando (Cádiz), donde desarrolló su profesión de ingeniero de marina en la que llegó a capitán de fragata, Berenguer se consideraba cañaílla por los cuatro costados.

A lo que iba, el libro se llama Tamatea, la novia del otoño, una novela que he visto en varias tiendas a precio muy rebajado, pero al final no me he resistido a comprarla por su excelente estado a pesar de tenerla ya, en la misma edición de Mondadori, pero roída por los ratones de campo y leída un par de veces. La novela póstuma del narrador afincado para siempre en la isla de León aborda entre otras historias el amor, la crisis de un hombre maduro y la inmersión en la alta sociedad andaluza en estado decadente.


Al colocarla entre los libros preferidos escritos en castellano, me doy cuenta que tengo otras más de Berenguer; por ejemplo la que más impresión me ha causado: El mundo de Juan Lobón, popularizada mucho después de ser escrita por una serie de Televisión Española. Pero también están amorosamente colocadas en las baldas Marea Escorada y Leña verde, además de la mencionada Tamatea.





Desde luego, para mí siempre constituye un tiempo aprovechable la lectura de Luis Berenguer, que pasó fugaz por las letras españolas, seis obras si no me equivoco en sus 55 años de vida. Me imagino que una vida intensa, por lo que escribió, y que tan de puntillas no pasó en su tiempo, es decir segunda mitad de los sesenta y primera de los años setenta del siglo pasado.

En aquellos años recibió diferentes galardones, entre los que hay que destacar el Premio de la Crítica, Premio Nacional de Literatura y Premio Alfaguara. Espero algún día encontrar por esos lugares que frecuento la novela La noche de Catalina Virgen, obra que tiene guardados mi atención y un espacio en las estanterías donde descansan sus reconocidas hermanas de tinta.

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