Caminos de Osvaldo Soriano
Apalancados junto a otros de su condición estaban varios libros en la
zona de saldos de un gran almacén. Su aspecto era saludable, nuevos y
brillantes portadas, además tenían nombres de autores realmente
interesantes. Uno de ellos me llamó la atención. Ché!, un viejo conocido para
mí, Osvaldo Soriano (1943-1997), de quien ya había disfrutado con sus
simpáticas ocurrencias en Triste, solitario y final, que me hizo cogerle más
cariño al flaco (un alias muy utilizado por los argentinos), sí a Stan Laurel,
pero sin olvidarme de Oliver Hardy.
Bueno, los caminos de la literatura son largos, no se acaban en los
cruces, si no que continúan avanzando en las direcciones más insospechadas. Por
eso, quién le iba a decir que de aquella novela de serie negra, también con un
Marlowe en el reparto, sería el inicio de una relación estable del escritor de
Río de la Plata con los lectores para desgracia de otros ilustres juntaletras
en teoría formados en las universidades.
En otra dirección, pero con la
convicción de entretener, más que formar, Soriano también escribió de otros
ámbitos, como, por ejemplo en Una sombra ya pronto serás. Del título no hay
nada que decir, los que aprecien el tango ya saben de qué va. En cuanto al
argumento de este libro recuperado por mí de un fondo de oportunidades, semeja
a esas películas que los norteamericanos llaman road-movies, si no me
equivoco, pero con el fondo de una Argentina en plena decadencia, donde como en
la vieja canción compuesta por Gabino Coria Peñaloza, y cantada, entre otros,
por el Morocho, el protagonista está a punto de caer como ese camino cubierto
de cardos que la mano del tiempo su huella borró.
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