martes, 3 de julio de 2012



Caminos de Osvaldo Soriano

Apalancados junto a otros de su condición estaban varios libros en la zona de saldos de un gran almacén. Su aspecto era saludable, nuevos y brillantes portadas, además tenían nombres de autores realmente interesantes. Uno de ellos me llamó la atención. Ché!, un viejo conocido para mí, Osvaldo Soriano (1943-1997), de quien ya había disfrutado con sus simpáticas ocurrencias en Triste, solitario y final, que me hizo cogerle más cariño al flaco (un alias muy utilizado por los argentinos), sí a Stan Laurel, pero sin olvidarme de Oliver Hardy.

Bueno, los caminos de la literatura son largos, no se acaban en los cruces, si no que continúan avanzando en las direcciones más insospechadas. Por eso, quién le iba a decir que de aquella novela de serie negra, también con un Marlowe en el reparto, sería el inicio de una relación estable del escritor de Río de la Plata con los lectores para desgracia de otros ilustres juntaletras en teoría formados en las universidades.

En otra dirección, pero con la convicción de entretener, más que formar, Soriano también escribió de otros ámbitos, como, por ejemplo en Una sombra ya pronto serás. Del título no hay nada que decir, los que aprecien el tango ya saben de qué va. En cuanto al argumento de este libro recuperado por mí de un fondo de oportunidades, semeja a esas películas que los norteamericanos llaman road-movies, si no me equivoco, pero con el fondo de una Argentina en plena decadencia, donde como en la vieja canción compuesta por Gabino Coria Peñaloza, y cantada, entre otros, por el Morocho, el protagonista está a punto de caer como ese camino cubierto de cardos que la mano del tiempo su huella borró.









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