miércoles, 29 de junio de 2011

La vida difícil de Andrés Carranque Ríos

Andrés Carranque Ríos (1902-1936) pertenece cronológicamente a la generación de escritores realistas previa a la guerra civil española, aunque en el caso de este madrileño del Rastro la muerte prematura por enfermedad truncó las posibilidades de evolución de su narrativa compuesta por tres novelas, entre ellas la que aquí se reseña y sirve para recordar a un hombre olvidado. La vida difícil representa la segunda novela de un escritor autodidacta más interesado en el fondo que en la forma. Su objetivo era una novela social, de denuncia, en la que cuenta la vida cotidiana, muchas veces la propia experiencia de Carranque Ríos, quien en su estilo neorrealista utiliza técnicas cinematográficas, quizás influenciado por su experiencia como actor.

Ambientada en los últimos días la dictadura de Primo de Rivera y comienzos de la II República, La vida difícil ahonda en dos mundos separados, la pobreza y la burguesía, ambos frustrantes e integrados en el clima de deshumanización de los años 30 del siglo pasado. Su personaje, como es habitual en el escritor madrileño, tendrá un final dramático, pero es mejor leer el libro y sumergirse en un mundo no tan lejano y con algunas coincidencias con el actual.

Contemporáneo de las vanguardias que animaban la literatura europea y de la generación del 27, Andrés Carranque conoció la pobreza de una familia de 14 hermanos en la que era el primogénito, por lo que desde muy joven anduvo en diferentes oficios y en la militancia anarquista que le costó ir a la cárcel. Entre sus profesiones se pueden citar las ebanista, marino, estibador de muelles, actor de cine, modelo para estudiantes de Bellas Artes y periodista. En medio de todo, también vividor de la bohemia si de ella se podía sacar algo y por fin en sus últimos años novelista al que presentó Baroja.

Esta edición de La vida difícil pertenece a la colección La novela social española, de Ediciones Turner, editada en los años 70, y en la que aparecen otros nombres básicos de esa narrativa:Ciges Aparicio, Felipe Trigo, César M. Arconada, José López Pacheco, José Ramón Arana, autores todos ellos de la denominada novela social española, olvidada casi siempre de los manuales de literatura y por los lectores actuales. No obstante, en las librerías de saldo suelen encontrarse a veces títulos de los citados en viejas ediciones.

Con ocasión de la puesta a la venta de la obra completa de Andrés Carranque Ríos, en Ediciones del imán, escribí un artículo con un despiece, bajo el título Encuentro fructífero, que decía:


lHace años mientras escuchaba de la radio el inconfundible toque de guitarra de un veinteañero llamado Carlos Santana, aproveché la ocasión para echarle la mano a un libro de la nutrida biblioteca de mi tío Albino. La elección no pudo ser más acertada, era el tomo IX de las mejores novelas contemporáneas, de Planeta y seleccionadas por Joaquín de Entrambasaguas. La impaciencia de adolescente y el ritmo impuesto por Santana me hicieron pasar rápidamente las páginas, quizá con la intención de ver por encima los títulos, fotografías y fechas de nacimiento y muerte de los autores allí recogidos. Pero impaciencia y música no fueron suficientes para que me olvidara de la fotografía de un joven de aspecto atildado y facciones agradables. Era Andrés Carranque Ríos, de quien se ofrecía la novela Cinematógrafo, ambientada en la época en que Madrid quería parecerse a Hollywood.

La curiosidad sirvió para dejar que la música siguiese de fondo. De un tirón leí la biografía escrita por Entrambasaguas, y luego la novela. Tiempo después descubrí La vida difícil, y nada más. Sin embargo, ya metido en los ochenta de la movida madrileña, en el Rastro donde nació Carranque, encontré en un puesto de venta y tirado en el suelo, con sus colores rojo, verde y dorado intactos, el tomo famoso a un precio de saldo. No dudé en comprarlo. 


Desde entonces guardo el libro como un valioso pecio rescatado del fondo de un mar lleno de tesoros, porque es una obra vigente. Madrid continúa sin ser Hollywood 80 años después, y los suicidas siguen tirándose del Viaducto de la capital.

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