El señor presidente
El señor presidente, publicada en 1946, constituye el punto de arranque para que el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1899-1974) se convirtiese en uno de los grandes de la narrativa latinoamericana, que con posteridad recibiría el Premio Nobel de Literatura, en concreto en 1967.
La novela se adentraba en la figura del dictador Estrada Cabrera, a la que vez que constituye, según la sinopsis del libro, una espléndida transposición poética de una situación histórica concreta. De ahí que su máximo acierto esté en la perfecta correspondencia entre una estética deformadora de ambientes y personajes, una visión esperpéntica de la realidad, un lirismo descarnado y sombrío, y la atmósfera de pesadilla creada por el ejercicio ilícito de poder y la omnipresencia de la delación, la tortura y el miedo.
Sobre la novela dijo su autor a Luis López Álvarez, en una larga entrevista:
"El señor presidente es un libro eminentemente político, en el sentido de que es una novela inspirada en una dictadura y que he procurado dibujar la personalidad del dictador tal como existió y tal como permaneció en el poder en Guatemala durante veintidós años. Era un personaje invisible y todopoderoso. Pero no sólo he tratado de recrear el personaje, sino de significar cómo todos los elementos de la sociedad se van corrompiendo con la dictadura.
La dictadura es como un veneno, el veneno de una inmensa araña. En mi novela, que va abarcando todas las clases sociales, se ve cómo las va pervirtiendo, las va comprando, las va amedrantando, las va transformando, de hombres, en seres puramente mecánicos, o en fanáticos tremendos, o en terribles oportunistas. La dictadura es el daño más grande que pueda tener un pueblo. Nadie puede medir todo el perjuicio que causa en los países. A uno se le ocurre que, pasado el tiempo del dictador, viene la nueva época y todo va a limpiarse; pero desgraciadamente no es así. Pasan años y años y el dictador sigue presente y sus sistemas no se transforman. ¿Por qué? Porque, como digo, la dictadura pervierte a la sociedad hasta los huesos.
Además de relatar la dictadura de Estrada Cabrera, El señor presidente es el producto casi absoluto de una conciencia infantil que despierta. El señor presidente es novela escrita como un ejercicio espiritual de desangustia. En este sentido, creo que lo que dijo Gabriela Mistral sobre El señor presidente -que era para ella un acto de contrición- permite decir que tuvo una gran visión. Yo no escribí el libro con el propósito -como he escrito después otros libros- de publicarlo. Jamás pensé que se fuera a publicar.
Todo lo que hay en El señor presidente, especialmente el miedo, es producto del ambiente en que crecí. Mis padres eran bastante perseguidos, pero no eran conjurados ni cosa que se le parezca. Eran una de tantas familias a las que se echan el mal de ojo; pero nada más. Recuerdo yo que en la casa grande nuestra se cerraban todas las puertas, se atravesaba el prime patio grande y un segundo patio, y de allí se iba hacia la cocina que tenía unos muros de casi una brazada, y entonces allí se reunían y hablaban. Yo de niño, oía que hablaban y no decían "el señor presidente...". "El hombre ha hecho ajusticiar a Mengano", "el hombre está persiguiendo a Zutano". Todo en mi novela tiene un trasmundo. Cuando la lee un guatemalteco de aquella época encuentra que hay muchas de las cosas que efectivamente sucedieron".
Por desgracia, ese miedo que destila la novela de Miguel Ángel Asturias, sigue presente en la sociedad guatemalteca 66 años después de la publicación de El señor Presidente. Ahora, la dictadura no se resume solamente en un general megalómano y genocida, sino que aparece vertebrada en grupos de diferente índole que como siempre se alimentan de la sangre de los menos favorecidos, derramada en aras propiciadas por quienes se consideran intocables.
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