La balada del café triste
Cualquier
persona puede ser amada. El ser más estrafalario del mundo es objeto
de devoción para el amante fervoroso. El amor es una experiencia
compartida pero no tiene que ser la misma para ambos. Existe el
amante y el amado. Según Carson McCullers (Columbia, Georgia, 1917 –
Nyak, Nueva York, 1967) en su inolvidable relato La balada del café triste
escrito en el año 1951, es mejor ser amante porque “muchas veces
la persona amada es sólo un estímulo para todo el amor dormido que
se ha ido acumulando desde hace tiempo en el corazón del amante”.
La teoría del amor que nos trasmite la escritora norteamericana
parece penetrar en Amelia Evans la protagonista alta y morena “con
huesos y músculos de hombre”. Una mujer de pelo corto hacia atrás
que de repente se enamora de un jorobado tísico. ¿Qué descubre esa
mujer en alguien tan adverso físicamente? No sabemos qué le da.
Tampoco sabemos si hace el amor con ella, ni si tiene conversaciones
interesantes, ni de dónde viene, ni que pretende. Sabemos que, eso
sí, que aparece en la más absoluta pobreza y sin embargo, es capaz
de sedución. “El valor y la calidad del amor están determinados
únicamente por el propio amante”. Ella de pronto descubre en ese
ser que su capacidad de amor carece de destino. Probablemente el
hecho de que sea extranjero le predestina como objeto de su amor
porque lo nuevo y lo no convencional le atraen ya que son un reto
para ella que es una persona que necesita luchar.
Parece decirnos
Carson McCullers que la calidad del amor es la misma siempre que el
amante invente a su amado, y no importa demasiado el aspecto. Sólo
el deseo permanente de amar para sentirse transformada. Y claro, es
el amante quien posee la palabra y por lo tanto dota de sentido al
amado. Quien puede articular el discurso del deseo está en posesión
del poder del lenguaje. McCullers elabora una teoría del amor que
sin duda está latente en nuestra manera de mirar el de mundo
mediante el papel que nos otorgamos cuando amamos: elegir nosotros.
La maravilla probablemente se encuentre en la ductilidad de los
papeles, en saber que éstos pueden intercambiarse y de pronto
sorprenderte con que eres el amante.
Concha
García
Novelas
de amor – La herida narcisista
ABC
Cultural
Madrid,
15 de julio de 2000
Nº
442
Página
18
El
apasionado amor individual (el viejo amor de Tristán e Isolda, el
amor de Eros) tiene menos valor que el amor de Dios, que la amistad
(el amor de Agape, dios griego de los banquetes, dios del amor
fraternal), que el amor del ser humano. Eso fue lo que intenté
demostrar en La balada del café triste, por medio del extraño amor
de Miss Amelia por su primo Lymmon, el pequeño jorobado.
Carson
McCullers
Esquire
Diciembre
de 1959
Con
La balada de el café triste, ocurrió algo distinto. Conocía un bar
de Brooklyn, cerca de Waterfront, al que me gustaba ir con W.H. Auden
y George Davis. Llegó esa mujer, a la que llamaban Submarine Mary,
acompañada de un hombre bajito y jorobado. Y yo seguí charlando con
mis amigos, que ni siquieran habían reparado en la escena. Luego
regresé a mi casa del Sur, y, un día mientras oía música -a
Berlioz, lo recuerdo bien-, la imagen del jorobado de Submarine Mary
me vino a la cabeza, perfectamente nítida; vi su silueta y comencé
a escribir La balada del café triste. Es lo que Henry James solía
llamar “una preciosa partícula” y que yo llamó “iluminación”.
Este tipo de cosas llegan sin haber sido pensadas. De ahí que el
hecho de escribir sea extremadamente peligroso. Thomas Mann decía
que un escritor es alguien a quien con frecuencia le resulta difícil
escribir. Pues bien, le aseguro que, si hay una persona a quien le
cueste hacerlo, ésa soy yo. […]
Sí,
el infinito dolor que provoca el amar sin ser amado es un tema muy
recurrente en mi obra. Estáclaro que todos los escritores tiene
obsesiones, por muy diferentes que sean sus libros […]. Me siento
muy feliz cuando veo que mi trabajo avanza. Pero, en la vida,
generalmente soy feliz y doy gracias a Dios por estar en este mundo.
Carson
McCullers
No hay comentarios:
Publicar un comentario